DIPLOMACIA GLOBAL

De Canadá a Japón, el golpe de Trump a la política internacional obliga a sus aliados a realinearse

Reino Unido se acerca a Europa, la UE busca su independencia de Washington y China dialoga con Japón y Corea del Sur

02/03/2025 Londres,  el presidente de Francia, Emmanuel Macron, el de Ucrania, Volodímir Zelenski y el primer ministro de Reino Unido, Keir Starmer

02/03/2025 Londres, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, el de Ucrania, Volodímir Zelenski y el primer ministro de Reino Unido, Keir Starmer / Justin Tallis/PA Wire/dpa / Europa Press

Mario Saavedra

Mario Saavedra

Madrid

A toda acción le corresponde una reacción en sentido contrario y de igual fuerza. La ley física se traduce estos días en otra de carácter geopolítico. La agresividad de Donald Trump en la arena internacional contra sus tradicionales aliados está recibiendo una respuesta contraria, un alejamiento diplomático inédito desde la caída del telón de acero y el final de la Guerra Fría. Es un proceso aún embrionario, pero que está recolocando las piezas del tablero mundial.

Uno de los casos más palmarios es el de Canadá. El fiel aliado de Estados Unidos, un país rico de 50 millones de habitantes, ha roto los lazos que le unían a su vecino del sur. El presidente Donald Trump y su vicepresidente, J.D. Vance, han insultado a su primer ministro y atemorizado al país, insinuando que pronto se convertiría en un Estado más de Estados Unidos. Pero, sobre todo, les ha impuesto unos aranceles draconianos del 25%. La reacción de Ottawa ha consistido en un alejamiento explícito de Estados Unidos y un acercamiento a Europa. 

Las palabras de sus sucesivos líderes dan cuenta del giro copernicano. “Desde las playas de Normandía hasta las montañas de la península de Corea, desde los campos de Flandes hasta las calles de Kandahar, luchamos y morimos a su lado”, dijo el ya ex primer ministro canadiense Justin Trudeau sobre Estados Unidos. Recordó que habían estado con Estados Unidos “en sus horas más oscuras”, por ejemplo durante la crisis de los rehenes iraníes, en la que trabajaron “sin descanso durante 444 días” para que “sus inocentes compatriotas pudieran regresar a casa”. O en el verano de 2005, cuando el huracán Katrina asoló su gran ciudad de Nueva Orleans, y cuando recientemente enviaron canadienses a luchar contra los incendios forestales en California. “También el 11 de septiembre de 2001, cuando ofrecimos refugio a pasajeros y aviones varados. Siempre seguíamos allí, a su lado, llorando con ustedes. Juntos, hemos construido la asociación económica, militar y de seguridad más exitosa que el mundo haya conocido jamás. Una relación que es la envidia del mundo. Hemos tenido nuestras diferencias en el pasado, pero siempre hemos encontrado la manera de superarlas”, concluyó Trudeau en un emotivo discurso que oficializaba la ruptura sentimental.

Cogió el testigo su sucesor, el también liberal Mark Carney. “La histórica relación con Estados Unidos, basada en una integración cada vez más profunda de nuestras economías y en una estrecha cooperación militar y de seguridad, se acabó”, dijo el primer ministro. 

Nada más jurar el cargo, Carney cogió un avión y viajó a Europa. Otro símbolo de la ruptura: la tradición mandaba que debía ir primero a Washington. En su encuentro con el presidente Emmanuel Macron en París, el premier canadiense definió Canadá como el país más europeo de los países no europeos. Ahora, con su mensaje nacionalista contra la humillación perpetrada por Estados Unidos, el partido liberal ha pasado de un 20% a más de un 50% en las encuestas. El conservador, que estaba destinado a ganar antes de Trump, se ha desplomado por su contemporización con Washington.

“Está claro que los aliados de Estados Unidos ya no pueden confiar en los valores compartidos y en la historia de cooperación como garante de su alianza”, explica a El Periódico desde Washington Jeremy Shapiro, director del centro de pensamiento ECFR en Estados Unidos. “Están buscando de manera clara reducir su dependencia de Estados Unidos y diversificar tanto su relación económica como de seguridad. Es un proceso a largo plazo, pero ya ha comenzado”.

Adiós Europa

Algo similar ha pasado con Reino Unido, Alemania o incluso Polonia. La relación comenzó a enturbiarse con ellos incluso antes de que Trump llegara a la Casa Blanca. Su lugarteniente, el multimillonario Elon Musk, usó su altavoz en X para insultar a los líderes británicos y alemanes, a los que calificó de “tiránicos” e “incompetentes”

Ya estrenado su mandato, el vicepresidente J.D. Vance viajó en febrero a la ciudad alemana de Múnich para arremeter contra Europa, a la que describió falsamente como un lugar plagado de manipulación electoral y censura. Al responsable del foro de seguridad que le acogió acabaron saltándosele las lágrimas, a la vista del daño a la relación trasatlántica. 

Pero quizá el momento que lo terminó de cambiar todo fue la llamada por sorpresa de Trump al presidente Vladímir Putin. El estadounidense se alineaba con el ruso sobre la peor guerra en suelo europeo desde la II Guerra Mundial. Orillaba a Europa en la resolución del conflicto de Ucrania. ¿Qué estaba pasando? ¿Estaba rota por completo la relación trasatlántica construida durante los 85 años anteriores?

“El que fue líder del mundo occidental desde 1945 y el garante de la seguridad de Japón, Corea del Sur o Taiwán, el cabecilla del mundo económico representado en el G7, ha renunciado a ese liderazgo”, opina en conversación con este diario desde Bruselas Ignacio Molina, investigador principal del Real Instituto Elcano. “Si encima usa su hegemonía para subordinar a sus aliados, de forma agresiva, los demás países toman nota y se preparan. Empiezan a pensar en cómo conseguir la seguridad que ya no garantiza Estados Unidos y el artículo 5 de la OTAN. Potencias medias como Canadá o Reino Unido miran hacia Europa”.

Independencia de la UE

La Unión Europea, mientras, busca su independencia de Estados Unidos. Esa palabra ha sido usada por el nuevo canciller alemán, Friedrich Merz, y por la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde. Bruselas ha lanzado un plan de financiación para que los países miembros aumenten su poderío militar, y refuercen el llamado pilar europeo de la OTAN. Pero los países también han reactivado su diplomacia. Pedro Sánchez ha estado este viernes en China, intentando ejercer de puente entre Pekín y Bruselas en temas económicos, en medio de la guerra arancelaria global lanzada por Trump.

Reino Unido, dirigido por el laborista Keir Starmer, sigue intentando hacer de puente entre Bruselas y Washington, pero escora claramente más hacia Europa. El movimiento es aún más significativo si se tiene en cuenta que forma parte del sistema de espionaje global conocido como los “Cinco ojos” (The Five Eyes): Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda.

Se han celebrado multitud de cumbres de los países interesados en crear un frente de seguridad propio sin Estados Unidos. Ha habido encuentros en Londres, París o Madrid a los que han asistido europeos, canadienses e incluso australianos. En Madrid se reunió el pasado 31 de marzo el grupo Weimar+ o G5+ (Francia, Alemania, Reino Unido, Italia, Polonia, España y la UE) para hablar sobre el futuro de Ucrania y de la defensa del Viejo Continente.

Realineamiento en Asia-Pacífico

Algo también comienza a moverse en el lejano oriente, pero allí la situación es más complicada. 

El 30 de marzo, China, Corea del Sur y Japón acordaron fortalecer la cooperación comercial entre los tres países, en medio del creciente proteccionismo a nivel mundial impulsado desde Washington. Medios oficiales chinos llegaron a decir que tenían un plan conjunto para enfrentarse a los aranceles de Trump, algo que fue matizado desde Seúl y desmentido por Tokio.

Pero eso no quitaba relevancia al encuentro. Los tres países tienen un enfrentamiento histórico desde la Segunda Guerra Mundial, en la que Japón martirizó Asia, y en la Guerra de Corea posterior, en la que China apoyó al norte en su guerra aún sin zanjar con el sur. Corea del Sur tiene unos 30.000 soldados estadounidenses para garantizar su seguridad frente al régimen de Pyongyang. Japón está dentro del eje occidental a todos los efectos. En 2023 se anunció que la Alianza Atlántica estaba estudiando crear una oficina de enlace en Japón, la primera de este tipo en Asia. 

Ahora, con Trump al mando, ese equilibrio histórico está en entredicho. Se ha abierto la veda para un realineamiento diplomático global de resultados aún inciertos.

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