Raro, raro, raro
Es extraño que Trump promueva una voladura del sistema de libre comercio del que tanto se ha beneficiado su país, sobre todo teniendo en cuenta las consecuencias económicas y políticas

Donald Trump, presidente de Estados Unidos
En economía se usa el concepto de raro cuando un bien es escaso y por tanto su cantidad disponible está por debajo de la demanda. Donald Trump ha hecho popular este término con las tierras raras al incluirlas en sus condiciones para la paz en Ucrania. El presidente de Estados Unidos ha exigido el control de esas tierras raras para seguir apoyándoles militarmente: defiende que es simplemente la contraprestación por el gasto militar del Ejército norteamericano desde la invasión rusa. Conviene recordar que en la doctrina económica no solo son raros los bienes como esos terrenos con minerales que se usan en la fabricación de móviles, placas solares o en resonancias magnéticas, sino también habilidades que exigen una superespecialización. Esa destreza para las negociaciones, de las que se ufana el 47º inquilino de la Casa Blanca. La pericia para mercadear, en el caso de esas minas ucranianas es discutible, porque explotar esas tierras no será fácil ni barato y muchas de ellas están en territorio ocupado por los rusos. Pero, sobre todo, el Día de la Liberación pondrá a prueba esa supuesta cualidad divina que tiene Trump para los acuerdos mercantiles.
Era septiembre de 1943 y en el barrio de Arguelles de Madrid nacía en el seno de una acomodada familia un bebé con tanto pelo y tan azabache que su padre, un simpático médico, dijo en voz alta delante de la madre y el personal sanitario "raro, raro, raro". Esta frase ha pasado a los anales de la televisión porque quien la pronunció era el doctor Julio Iglesias Puga, padre de Julio Iglesias, quizá el artista español más famoso de todos los tiempos. Dos décadas después, el padre del cantante, dijo de nuevo "raro, raro, raro" al escuchar los planes de su hijo de abandonar la carrera de Derecho por la farándula. Pero la frase se hizo archiconocida muchos años después, siendo ya un anciano cuando consideró así a todos esos maridos que decían que no habían sido infieles.
No sabemos lo que dijo el padre de Trump al ver nacer a su hijo, tampoco su opinión sobre que eligiese la política frente a una exitosa carrera empresarial, o al respecto de la monogamia (que practicó toda su vida), pero sí estoy seguro que los aranceles a Europa, lugar donde nacieron sus padres, le habrían resultado "raro, raro, raro". Más allá de sus lazos afectivos y de sangre con Alemania y Escocia, Fred Trump fue un exitoso empresario inmobiliario que promovió apartamentos para las personas de todo el mundo que fueron a trabajar el siglo pasado a la gran manzana. Para Fred -y para cualquiera- es raro promover una voladura del sistema de libre comercio del que tanto se ha beneficiado Estados Unidos, si además esa decisión trae consigo las siguientes consecuencias:
- Desazón en los estados agrícolas e industriales. Allá dónde más votos obtuvo Trump, más se van a resentir del cierre del libre comercio con despidos y bancarrotas de negocios.
- Caída de la bolsa. El mercado ha respondido con inéditas pérdidas bursátiles comparables a los días peores días de la historia los mercados de capitales.
- Reserva Federal. El supervisor económico americano ha aseverado que esta política traerá un auge de los precios y una recesión.
- Ruina de sus amigos. Los colegas de las grandes tecnológicas que asistieron a su toma de posesión. Amazon, Google, Facebook y Tesla han perdido cientos de miles de millones por la decisión de su aplaudido presidente.
- Maltrato a sus socios estratégicos. No solo Europa sino Corea del Sur y Japón, históricos aliados de Estados Unidos frente al comunismo y expansionismo chino, han sido vejados con los nuevos aranceles.
- Incomodidad a sus aliados políticos globales. Los partidos nacionalistas de todo el mundo que adoraban a Trump ven ahora como los aranceles lesionan su discurso de patriotas.
- Rusia. Para colmo, solo Rusia, el histórico enemigo americano, queda fuera del castigo arancelario.
El tiempo quitó la razón al doctor Iglesias Puga sobre la fealdad raruna de su hijo al nacer y acabó convirtiéndose, según subrayó la revista People en 1978, en el hombre más atractivo del mundo. Tampoco acertó al poner en cuestión por rara su carrera musical a la luz de la aparición año tras años del cantante en la lista de Forbes de los más ricos.
Por eso quizás en el futuro nos pueda pasar lo mismo con la rareza de la patada en el tablero arancelario del presidente americano. Quien sabe si en unos años se hablará del acierto de la medida y se escriba en los libros de historia como otro New Deal del presidente Franklin D. Roosevelt en el siglo XX y el "América para los americanos" de finales del XIX con el presidente James Monroe. Hasta entonces no tenemos otro remedio que repetir "raro, raro, raro".
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