El héroe minero de Turón que intentó salvar a sus compañeros testifica en el juicio de la Vasco con graves secuelas: "El grisú no perdona"
Las víctimas que sobrevivieron al accidente, en el que fallecieron seis trabajadores, afirman que los autorrescatadores "se agotaron" y que había "preocupación" por el estado del taller

El turonés Juan Manuel M. M., conocido en el tajo como "Juanma", fue el herido más grave del accidente del pozo Emilio del Valle de Santa Lucía de Gordón (León) -en el que perdieron la vida seis mineros, entre ellos el lenense José Luis Arias-. En 2013, tenía 42 años. El día de los hechos, no estaba destinado al taller en el que se produjo el suceso. Todo indica que acudió al lugar para intentar salvar a sus compañeros. Entonces se le conoció como el "héroe minero". Fue hospitalizado en la UCI y le quedaron graves secuelas. En su declaración en el Juzgado de lo Penal número 2 de León, ayer, afirmó que no recuerda nada de lo ocurrido. "El grisú no perdona", señaló.
El juicio por el accidente de la mina, propiedad de la Hullera Vasco Leonesa, empezó hace quince días. Los dieciséis acusados, entre los que se encuentra la directiva de la histórica empresa minera, prestaron declaración en las primeras sesiones. Durante la vista de ayer comenzaron los interrogatorios de testigos. Los primeros en testificar fueron tres víctimas que sobrevivieron: Juan Manuel M. M., Javier C. y Arpad A.
La jueza aceptó la solicitud de que Juan Manuel declarara el primero, dado su estado de salud. A preguntas de la Fiscalía y de abogados de la acusación respondió que no recuerda absolutamente nada del día del accidente. Tampoco de las jornadas previas. Sí recuerda que era picador y sabe que sufre secuelas por el accidente: "El grisú no perdona", replicó al Ministerio Fiscal.
Javier C., otro de los heridos, ofreció más datos de lo ocurrido aquella fatídica tarde en la mina. "Yo estaba en el transversal (fuera de la galería) comiendo el bocadillo. Sentí como una corriente muy grande de aire y como el bufido de que estaba saliendo el gas", señaló. Empezó a entrar en el taller, para intentar auxiliar a sus compañeros, pero cree que no llegó hasta allí: "Lo siguiente que recuerdo es que estaba fuera, que me sacaron". Tuvo que ser hospitalizado. En su testimonio, aseguró que el autorrescatador pudo no funcionar correctamente: "El mío se agotó". Los días previos al accidente, según el trabajador, había preocupación entre la plantilla por el estado en el que se encontraba el taller. "La bóveda no hundía", apuntó Javier C. Esta declaración contradice a lo expresado por varios acusados, que afirmaron que la bóveda sí estaba aplastada.
Que la bóveda hundiera o no hundiera es clave para conocer la causa del accidente y dirimir, por tanto, si fue o no evitable. Si la bóveda hunde, el postaller tendría que estar "recebado" (lleno) de restos de carbón y madera. Si no se aplasta, como afirmó ayer uno de los testigos, hay riesgo de colapso. Es decir, podría haberse fragmentado y llenado la galería con el metano que no tendría otro lugar para liberarse. "Teníamos miedo y lo comentábamos en el vestuario. Que la rampla estaba mala, que era peligrosa", reiteró Javier C. en su declaración. A preguntas de la acusación, afirmó que llegaron a expresar su inquietud a su vigilante, Juan Carlos Pérez (que resultó fallecido en el accidente), y que desconoce si los mandos superiores estaban al tanto.
El artillero Arpad A. tuvo que declarar por videoconferencia y con intérprete, por su desconocimiento del idioma. Aseguró que, en el momento del accidente, escuchó una suerte de "murmullo". Se dirigía a un polvorín para recoger explosivo cuando ocurrieron los hechos. Un recurso que, matizó en el interrogatorio de la defensa, desconoce si era de la Vasco o de la UTE (Unión Temporal de Empresas) para la que él trabajaba. Aseguró que, al menos a él, nadie le dio el aviso de que tenía que acudir a rescatar a sus compañeros. "Ni por los teléfonos de la mina ni por megafonía, al menos que yo escuchara".
Las tres víctimas sufren secuelas de mayor o menor gravedad. El turonés Juan Manuel M. es el más afectado. En la vista oral de ayer afirmó que acudía con gafas de sol porque no soporta la claridad: "Me dan unos dolores de cabeza terribles". Sufrió daños cognoscitivos por la falta de oxígeno, que incluyen la citada falta de memoria. Javier C. sufrió un grave trastorno de estrés postraumático, por lo que resultó incapacitado para la minería. "Es en lo único que he trabajado en mi vida", aseguró. Aún está a tratamiento psiquiátrico. Arpad A. también requirió medicación psiquiátrica y está diagnosticado de crisis de pánico. "Me dan ataques cuando hay mucha gente o mucho ruido", concluyó.
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