De no querer volver a su casa a ser una exponente del arte sobre la minería: la artista Natalia pastor explica su evolución a los alumnos del Menéndez Pidal de Avilés

“Volví a Asturias en el 99 tras haber estado ocho años en el País Vasco. Mi intención era quedarme ahí, hasta había aprendido euskera. Me vi muy perdida”, cuenta la artista

Natalia Pastor, durante la charla

Natalia Pastor, durante la charla / N. M.

Noé Menéndez

Noé Menéndez

De prácticamente repudiar sus orígenes a hacer, con su arte, un homenaje constaste a todo lo que le rodea. Este es el resumen, a grandes rasgos, de la evolución como artista de Natalia Pastor, que también es profesora en el instituto de Langreo. Como parte del proyecto educativo-artístico “Intercambio de Rehenes”, la de Laviana acudió al Menéndez Pidal de Avilés para explicar a los alumnos del bachiller artístico todo su recorrido y, como con el paso del tiempo y de su vida personal, ha cambiado toda su perspectiva del mundo.

Lo primero que enseñó Pastor a los jóvenes fue una toalla de Hunosa con la frase “Nadie nos escucha, llucha, llucha llucha” bordada. “Yo procedo de familia minera y esta toalla es la que había en todas las casas de mi zona”, recordó la lavianesa para, posteriormente, dar un giro de guion. “Yo, al principio, renegaba de todo esto”. Y se explicó. “Volví a Asturias en el 99 tras haber estado ocho años en el País Vasco. Mi intención era quedarme ahí, hasta había aprendido euskera. Me vi muy perdida”, contó la artista.

Un nombre clave en su carrera fue Juan Ibarra. Tras realizar diferentes proyectos, la asturiana coincidió con el mexicano en un evento, el artista le propuso iniciar una investigación sobre toda la cultura minera que le rodeaba. Eso le hizo dar un clic en su mente. Posteriormente se sumó el nacimiento de su primera hija, lo que le hizo dar más valor si cabe a lo que tenía en la puerta de su casa. “La maternidad me cambió todo. Tuve que renunciar a viajes y a estancias. No tenía tiempo, dejé hasta de dibujar y pintar. Empecé a hacer fotos a lo que me rodeaba, porque mi hija no me dejaba ir muy lejos”, indicó.

En los primeros años de su hija nacieron algunas fotografías al entorno minero que, posteriormente, combinó con sus trazos. Una de sus momentos cumbre fue una sucesión de fotografías de diferentes monumentos de la minería, como chimeneas, junto a mujeres dibujadas de rojo y agotadas. “Veía que la minería iba para abajo, que era una zona en permanente incertidumbre. Esa sensación la quería plasmar en los cuerpos agotados sobre ambientes industrial. Yo también me sentía así de exhausta por toda la crianza de mi hija”, apuntó.

Otro de los proyectos que comentó a los alumnos fueron sus peculiares postales. ¿Por qué son peculiares? Porque, en vez de retratar zonas idílicas o paisajes perfectos, Pastor apostó por fotografiar “cosas cotidianas”. Lo hizo en un pequeño pueblo al sur de Francia y en su Laviana natal. “Era una forma de mostrar lo orgullosa que estaba de mi familia luchadora y de la minería”, subrayó.

“Cuando vuelves te sientes perdido, porque cuando descubres otro mundo fuera parece muy complicado regresas. Encima en mi zona no se veía futuro, porque todo se cerraba, pero me fui reconciliando con ello”, concluyó la artista, que animó a los jóvenes a salir de su zona de confort, pero con la idea de regresas, como hizo ella. “Ahora tengo una visión más constructiva. Hay mucha gente que está volviendo, es importante venir con ese aprendizaje que te hace estar fuera. En el fondo es un acto de resistencia”, sentenció.

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