Del Avilés verde a la ciudad industrial: "La ría fue de las más ricas del Cantábrico"

Juan Carlos Vázquez y David Díaz, de Mavea, reflexionan sobre el futuro de la villa: "Necesita reenfocarse y dar espacio a la sostenibilidad"

Juan Carlos Vázquez y David Día, presidente y secretario de Mavea, frente a la escultura de Pedro Menéndez en el parque del Muelle. | MIKI LÓPEZ

Juan Carlos Vázquez y David Día, presidente y secretario de Mavea, frente a la escultura de Pedro Menéndez en el parque del Muelle. | MIKI LÓPEZ

Avilés

Juan Carlos Vázquez y David Díaz, presidente y secretario del grupo naturalista Mavea, respectivamente, han sido testigos de los tiempos de esplendor de la industria avilesina, así como de su caída en desgracia. Por sus ojos, pasó la transformación de Avilés. Desde una pequeña ciudad en cuyas afueras –ahora urbanizadas– predominaban las pequeñas ganaderías y los caminos de tierra, hasta una urbe en la que escasean las grandes bandadas de pájaros y en la que la recuperación de la ría, pese a ser algo necesario "por lo que peleó la población", supuso el fin de un espacio físico único. Son, además, parte de una generación avilesina en la que predominaban los jóvenes nacidos en la villa y cuyos padres o abuelos "llegaron desde Extremadura, Andalucía o Castilla y León para trabajar en Ensidesa".

"La Magdalena era un ambiente totalmente rural dentro de Avilés. Sólo había praos. De aquella, habría en el entorno una media docena de pequeñas ganaderías con unas pocas vacas y sin tractores", recuerda Vázquez, nacido en 1969 en Versalles. Por su parte, Díaz vivió desde el primer día el carácter "puramente obrero" de La Luz. "En los 60 y 70, las casas y calles del barrio eran muy precarias. El entorno era puramente verde, apenas se había urbanizado y no se veía el ambiente de ciudad. Cuando nos mudamos a La Magdalena cambió totalmente. Para la época, era un barrio moderno y a estrenar", comenta el secretario de Mavea, quien explica que en aquellas décadas la sociedad comenzaba a ser consciente de la contaminación y la problemática que comportaban los vertidos a la ría. "Con la edad fuimos conocedores de todo lo que implicaba la contaminación. A los 13 años, junto a Jorge Jáuregui, Paco Arenas y otros del entorno formamos el Club de Linces y empezamos a adentrarnos en el entorno natural", señala Díaz.

"La ría de Avilés era una de las más ricas de todo el Cantábrico. Era muy similar a la de Villaviciosa. Nosotros, por desgracia, ya conocimos una ría degradada, con aguas sucias y la industria alrededor", recalca el presidente de Mavea, quien reconoce que las labores de saneamiento y mejora de la calidad del agua durante las últimas décadas "han permitido que aparezcan moluscos, peces y otros invertebrados que habían desaparecido". Pese a ello, Vázquez recalca que "se ha perdido el medio físico". "Antes era un espacio intermareal muy grande. Había muchas marismas, dunas, arenas, lodos… Todo se desecó para construir encima. Lo único que pervive con cierto grado de parecido es la ensenada de Llodero, que por suerte se declaró monumento natural en 2002", añade Díaz.

Esta vinculación a la naturaleza nació, tal y como explican los dos integrantes de Mavea, por la influencia de referentes como Félix Rodríguez de la Fuente. "Éramos la generación de Félix. Cualquier crío, en aquella época, podía perderse los dibujos animados, pero el capítulo de ‘El hombre y la Tierra’ era algo sagrado", reconoce Vázquez. Ahora, esta vinculación entre la población y el entorno natural "ha cambiado" tanto en Avilés como en el resto de regiones. "Nuestra generación está marcada por tener padres y abuelos llegados del sur a un Avilés pequeño. El contacto con la naturaleza era mayor. También ayudaba que no había tantas opciones: televisión, ordenadores, teléfonos, consolas… La gente iba mucho al río Magdalena y ahora somos más ‘urbanitas’", comenta Díaz, mientras que Vázquez apunta que la gente "se relaciona de manera diferente". "Casi todo el mundo tiene la necesidad de ir al campo, pero de otra manera. Ya no es para pasear, observar o descansar, sino para hacer un trayecto caminando o corriendo. Ahora es mucho más rápido, un complemento de ocio", reflexiona.

Esta nueva mentalidad avilesina se refleja, explican, en la concienciación política y social. La problemática de las drogas y el incremento de la contaminación entre los 70 y 80 movilizó a la población. "Había mucha preocupación con la ría. La gente estaba nerviosa. Se hicieron muchas charlas, reuniones y encuentros que se llenaban de gente. Sin embargo, la toma de decisión llevó a que se aprovechase una catástrofe para asfaltar un espacio natural", comenta Díaz, quien rememora la reconversión industrial de los 90: "hubo muchas manifestaciones porque se perdieron muchos trabajos. A eso se sumó la OTAN, la UE… Hubo mucho jaleo porque fueron momentos complicados. La movilización y reivindicación social en Avilés era mucho más fuerte que ahora", reflexiona Díaz, a lo que Vázquez añade que "tras el cierre de Alcoa se volvió a ver movilización. Hoy en día, hay tantos frentes abiertos, que la gente está saturada. Quizá por eso se percibe que Avilés no se mueve".

De cara al futuro, ambos ambientalistas se muestran escépticos. Tanto a nivel local como internacional. "La situación actual da para pensar el modelo que se implantó. A mediados de siglo, una población de 25.000 habitantes pasó, en 15 años, a 90.000. La capacidad reivindicativa en este siglo no es igual porque parte de la sociedad se acomodó", señala Díaz, quien agrega: "Las cosas, tal y como se están haciendo en Avilés -y en otros sitios-, van muy mal enfocadas. La ciudad necesita reenfocarse. Si se diera más espacio a hacer las cosas de forma sostenible, con un equilibro entre la economía, lo social y lo ambiental, podríamos avanzar. Mientras Avilés no se enfoque en lograr esa estabilidad, será imposible que los jóvenes vivan mejor que las anteriores generaciones", zanja Díaz.

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