Elena dice que el amor a la música consiste en cantar la música del amor

ASTURIANOS EN GOZÓN: Elena Rosso

Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Elena Roso, directora de los coros infantil y femenino de «El León de Oro». Junto con su marido, Marco Antonio García de Paz, forma el motor que mueve a la agrupación musical gozoniega, de proyección nacional e internacional. Formada con grandes maestros de la dirección coral, Rosso es titulada superior en piano y música de cámara y profesora de piano y coro en la Escuela Municipal de Música de Carreño. Además de dirigir estos coros de «El León de Oro» hace tres años pusieron en marcha una escuela coral para niños, formándoles en lectura de partituras e historia musical.

Elena Rosso Valiña, de 45 años, trabaja como profesora de piano en la Escuela Municipal de Música de Carreño. Marco Antonio García de Paz, de 50 años, es director del coro de RTVE. Estos son sus trabajos, pero el verdadero proyecto vital de este matrimonio de luanquinos, por el que no cobran, es el coro «El León de Oro», la gran referencia musical del concejo, una formación que ha superado ya los 25 años de vida, de renombre nacional e internacional. García de Paz dirige el coro «de los mayores»; Rosso, el coro femenino («Aurum») y el de los niños «Peques LDO»). Ella cree que una de las claves de todo este éxito colectivo –también fruto de la constancia– «es que amamos lo que hacemos». A continuación, Elena cuenta sus años de formación, donde se intuye la semilla de lo que en cada ensayo transmite a sus alumnos:

«Yo soy nacida en Berna, en Suiza. Mis padres son los dos emigrantes. Mi padre, de Salamanca y mi madre es de Galicia. Se conocieron allí y cuando yo tenía 4 años vinimos para España. Después de 16 años en Suiza mis padres decidieron volver a España para estar más cerca de la familia. Vinieron a parar a Asturias por una oferta de trabajo. Mi padre, a través de un hermano suyo, encontró trabajo de taxista en Luanco».

«Entonces, desde los 4 años ya estoy viviendo aquí. Con 6 años cuando, al ver que me gustaba mucho la música y que me pasaba el día bailando y cantando con una guitarra y un teclado que tenía, una persona allegada a mis padres les dijo que por qué no me apuntaban a alguna clase de música, que se me daba bien y tal. Entonces me apuntaron en Gijón. Iba tres días a la semana y empecé la carrera de piano en aquel momento. No había antecedentes de músicos en la familia, pero mi padre siempre fue muy melómano. Tenía muchos vinilos de Beethoven y de Mozart. En mi casa se escuchaba mucha música y somos mucho de bailar todos. Mi padre canta muy bien, aunque nunca quiso apuntarse a ningún coro. Digamos que la única que se lo tomó más en serio y consiguió formarse en ello fui yo».

«Hice toda la carrera por libre. Empecé clases particulares en Gijón con Ramón Méndez Menéndez, que ahora es profesor en Estados Unidos. Él fue el que me inició en el mundo de la música y estuve con él desde los 6 hasta que empecé el instituto con 14 o 15 años. En ese momento abrieron una academia de música en Luanco, Santa Cecilia, y para mí era mucho mejor por los desplazamientos. Ahí estuve unos cuantos años. Yo me examinaba por libre en el Conservatorio de Oviedo».

«Así lo fui sacando hasta que encontré a mi profesora, que se llama Lidia Stratulat. Llegó a Asturias con los Virtuosos de Moscú y no sólo fue la profesora de piano, fue la profesora de la vida. Fue mi maestra».

«Decidí seguir el ciclo superior de piano por libre, con el esfuerzo que supone que no estés en el conservatorio, que todo era mucho más complicado. Lo hice por Lidia básicamente. Ya te digo, no me planteaba dejarla porque yo sentía que crecía, no solamente como músico también como persona. Con ella encontré la horma de mi zapato. No sólo sentía eso que una siente que cuando va a una clase y aprende, también es muy especial el vínculo que tú puedes tener con tu profesor. La persona es importante porque, al final, la música también es una forma de vida».

«Tuve las cosas muy claras. Yo quería aprender y quería estar sana mentalmente porque la carrera de música es muy dura y tenía muchísimos amigos que acababan hechos polvo, sobre todo psicológicamente, porque había muchas presiones. Había que estudiar mogollón y mi profesora siempre me enseñó desde una exigencia brutal, pero sin que yo me diera cuenta. Era una exigencia que supe asumir muy bien. No lo sé cómo lo conseguía. Quizá la conexión que existía entre nosotras. Hoy seguimos manteniendo el contacto y ya no está en Asturias, pero yo la llamo todos los cumpleaños para felicitarla y ella sabe de mí también. Existe una relación muy cordial».

«La conocí a través de Marco. Él daba clase de violín con el marido de Lidia. Por eso dices: madre mía, el destino cómo es. Marco es el Luanco que toda la vida. Él nació y vivió en el bar del León de Oro, que es el bar de sus padres y ahora de su hermano, donde nació el coro. Pero siempre estuvo fuera estudiando. En Luanco era conocidísimo y yo tenía en mi casa a mis padres hablándome del chaval del León de Oro todo el día, pero yo no tenía ni idea de quién era. Hasta que me dicen que en la academia donde yo estaba viene a dar clase de violín el del León de Oro. Yo tenía 16 años, de aquella era una yogurina. Y como me conoció allí dando la tecla pues me preguntó cómo no daba clase con Lidia, que era buenísima y era la mujer de su profesor de violín. Yo no había salido de Luanco, estaba allí encantada de la vida y entonces un día me dijo: hay un curso, apúntate y vete. Y así fue. Me apunté y conocía esa profesora y ya no me separé de ella hasta los 23 años que terminé la carrera. Marco y yo llevamos 29 años juntos».

«Los rusos nunca dejan una cosa a medias. La gente aquí en España tenía como un compromiso a medias: estudio la carrera de piano y al mismo tiempo hago algo de inglés y me matriculo en Historia y hago no sé qué. Estos, no. Ellos te quieren al cien por ciento. Es lo que tú tienes que hacer, no pierdas el tiempo. Era una mentalidad que ellos vivieron. Yo lo he entendido de sobra: no le puedo pedir a una profesora que ha vivido en un régimen como el soviético que entienda que nosotros nos lo tomamos de otra manera y con otra filosofía y con otra calma. Igual que a nosotros nos cuesta entender su visión tan rígida de las cosas, a ellos les costaba lo mismo entender nuestra flexibilidad».

«Algo importante que aprendí de ella es que tú tienes que amar lo que haces y cuando uno ama, no ama a medias. Eso es así. Tú no quieres a una persona un día sí y un día no. O la quieres o no la quieres. Pues la música es así: es un amor que es al cien por ciento. Si no, no hay forma de sacarlo adelante».

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