Cuando Vargas Llosa pidió a un 'paparazzi' que le sacara guapo con Isabel Preysler
2 de diciembre de 2015. Portada de Hola'. Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler cogidos de la mano, sonrientes y felices, paseando por Central Park. Las fotos las hizo Sergio Garrido, ‘paparazzi’ afincado en Ibiza, tras un mes de intenso seguimiento del premio Nobel de Literatura, un hombre que, recuerda, siempre fue amable y le trató muy bien
Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler, en Nueva York. / Sergio Garrido
Marta Torres Molina
"Sácanos guapos, ¡eh!". Es lo que le pidió el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa (fallecido la madrugada del lunes en su casa de Lima, Perú), muy sonriente, en el aeropuerto de Nueva York, a Sergio Garrido, paparazzi afincado en Ibiza. Era diciembre de 2015 y vivía los primeros compases de su noviazgo con Isabel Preysler. Era la primera vez que el Nobel de Literatura se dirigía a él. Y eso que el fotógrafo llevaba un mes siendo prácticamente su sombra. Ese "sácanos guapos" era el final al seguimiento "más intensivo y más bestia" que Garrido ha hecho en su vida.
Una foto tomada un par de días después de la imagen que fue la portada con la que la revista 'Hola' confirmó la relación entre el Nobel de Literatura y la reina de la prensa del corazón. "Fue mi primera portada en 'Hola' en solitario, sin un pool con otros fotógrafos. Es lo que siempre sueñas cuando te dedicas a esto", comenta Garrido, mirando en su móvil la portada, con cierto pesar. La muerte del escritor peruano le ha dejado algo tocado. "Siempre fue muy agradable conmigo", comenta recordando aquel momento en el que, al verle con la cámara, lejos de enfadarse, sonrió y le hizo la broma. Que sus acompañantes rieron.
La pareja, paseando por Central Park. / Sergio Garrido
El paparazzi recuerda ese mes en Nueva York centrado completamente en el Nobel como la experiencia más absorbente de su carrera. "Él daba clases de Literatura en la universidad de Nueva York. Cuando iba a clase, yo iba a clase. Iba a la peluquería, pues yo iba con él. Y si se compraba un paquete de pipas y se sentaba en un banco a comérselas, yo también. Todo lo que hacía él yo también lo hacía", explica. Así, durante aquel mes, siempre cargado con la cámara de fotos, compartieron una sesión de cine y hasta un concierto de la Sinfónica de Berlín. Lo de compartieron es un decir, porque, según Garrido, Vargas Llosa "nunca fue consciente" de que él le seguía. "No me vio nunca. Hasta el final", indica.
Aquel había sido el primer verano de Garrido en la isla y, al acabar la temporada, decidió irse a Nueva York. "Desde siempre había querido vivir la experiencia", apunta. Y su objetivo, conseguir las fotos que confirmaran, sin ningún tipo de dudas, la relación. "La historia de los dos ya había salido y yo pensaba que en algún momento ella iría a verle. Y no existía esa foto", apunta el fotógrafo y dj, quien en ese momento tampoco era un veterano en esto de la fotografía de prensa del corazón: "Llevaba cuatro años trabajando de paparazzi".
La apuesta era importante, porque vivir en Nueva York le salía por más de 6.000 euros al mes. Y centrado sólo en un personaje. Es decir, dedicado 24 horas al día los siete días de la semana a cazar a Vargas Llosa y Preysler, perdía la opción de ganar dinero con otros personajes que pasan el invierno en la gran manzana.
La rutina del autor de ‘Conversación en la catedral’ era prácticamente la misma todos los días: "Muy temprano, a las siete de la mañana, se iba a dar clases a la universidad. Allí estaba hasta las doce y media o la una. La mayoría de los días comía en su casa, imagino que luego echaba una siesta y entre las cuatro y las seis siempre salía a hacer cosas".
El susto y el beso
Llevaba un mes así. Esperando. Sin resultados —"era el día 30 de mi estancia en Nueva York dedicado a esto", recuerda— cuando vio que el escritor salía de su casa con una maleta que le entregó al chófer. En la ciudad, Vargas Llosa "vivía en un ático que había comprado con su anterior esposa, Patricia". En ese momento, Garrido se vino abajo. "Si llevaba una maleta es porque se iba de la ciudad. Había perdido el mes", comenta. A pesar de que se sintió "desfondado" y "frustrado", decidió seguir al coche —"con el tráfico de Nueva York casi lo pierdo"— hasta el aeropuerto. Allí, al llegar al punto en que la vía se separa entre ‘salidas’ y ‘llegadas’, vio que el coche en el que viajaba el escritor se dirigía a esta última zona. La adrenalina comenzó a disparársele a Garrido mientras consultaba los vuelos que estaban aterrizando en el John Fitzgerald Kennedy: "Llegaba un vuelo de AirEuropa en 30 minutos".
Vargas Llosa se dispone a besar a Isabel Preysler antes de irse. / Sergio Garrido
Ahí empezó a pensar que, si nada se torcía, podría conseguir la foto que llevaba un mes ansiando. "Cuando se bajó de aquel coche no era el Varga Llosa que yo llevaba un mes siguiendo. La actitud era completamente diferente. Decidido, sacando pecho...", indica: "Aparqué el coche al lado del suyo, en un pasillo largo. Y me quedé medio escondido con el mismo coche. Vi que pasaba Tamara y comencé a disparar [hace el gesto de accionar la cámara] y detrás venían ellos dos. En un momento vi que él la cogía del cuello y le daba un beso en la boca".
La foto de portada
Lo tenía. Avisó a la responsable de su agencia, Cordon Press. "¡Madre mía!", exclama. Eso sí, así como sintió el subidón por haber conseguido lo que quería. Rápidamente le dio un pequeño bajón a ser consciente de la realidad de haber captado mucho más de lo que esperaba: "'Hola' no publicaría esa foto en su portada". El trabajo continuaba.
Los siguió al hotel en el que se alojaron, el Mandarin Oriental, junto a Central Park. "De ahí la maleta, no iba a quedarse con Isabel en el piso que tenía a medias con su ex", explica. Al día siguiente de llegar salieron de compras a un centro comercial exclusivo cercano a Park Avenue. "Tiene 16 puertas, los vi entrar, pero... ¿cómo iba a saber por dónde saldrían?", recuerda que pensó. Se quedó en una esquina desde la que controlaba las puertas de dos calles, si salían por un acceso de los que daban a las otras dos estaba perdido. Pero no. Les vio salir, se montó en su bici —"en Nueva York iba con bicicleta o en coche"— y se acercó a ellos.
La foto que fue portada en Hola. / Sergio Garrido
"Fueron a comer al Cipriani de Central Park y al salir Tamara se pilló un taxi y ellos cruzaron el parque rumbo al hotel", explica. Ahí les hizo las fotos que serían la portada de 'Hola'. Muy sonrientes, cogidos de la mano. Ambos conjuntados, de negro. "Isabel y Mario. Romántico reencuentro en Nueva York tras presentar el Nobel su divorcio", titulaba la biblia española del corazón, que detallaba: "Comenzarán a su regreso una nueva vida en común en casa de Isabel, con planes de boda en el horizonte". Ahí, con la portada asegurada y sin miedo ya a perder a la pareja, el paparazzi se relajó y reconoce que se acercó un poco más de lo que lo había hecho hasta el momento: "Me escondí detrás de unas ramas". Las fotos del beso con el que el escritor recibió a la celebrity no llegaron jamás a publicarse en 'Hola', como él se temía. Pero sí las sacó él mismo un poco más adelante, explica.
El precio de las fotos
Aunque se muestra reacio a dar la cifra exacta que cobró por aquella portada y aquellas fotos, señala que le pagaron "más de 50.000 euros". A estos habría que sumar otros 10.000 que le pagó más adelante otra publicación. Ver aquella portada, firmada en solitario y tras un mes intensísimo de seguimiento fue toda una satisfacción para Garrido —"fue mi primera portada solo en 'Hola', no sé si volveré a hacer ninguna más"—, que no puede más que sonreír al ver de nuevo las imágenes.
"Estaban muy guapos", opina. "Era, creo, el momento más fuerte de amor de los dos. Se les ve sonriendo, muy felices. Nunca en mi vida les había visto así", insiste. Ni siquiera cuando, pasado un tiempo, les volvió a pillar en Ibiza. Aquella foto de Nueva York la compara con lo que supondría en estos momentos, por ejemplo, hacer una foto de la princesa Leonor besándose con un chico. "Estaría al mismo nivel. Mira las fotos que le han hecho a ella en Uruguay en bikini y la que se ha montado, pues en aquel momento Isabel y Mario era algo parecido", comenta el paparazzi, que reconoce lo complicado que debió ser para el escritor entrar en el universo del papel cuché. "Él no era de este mundo y eso siempre es difícil", reflexiona.
Aquella visita de Isabel Preysler a Mario Vargas Llosa en Nueva York fue breve. Ella se marchaba a Miami, a pasar unos días con sus hijos y sus nietos que viven allí. Y allí, en el aeropuerto, a punto de tomar el vuelo, posaron para él. El colofón perfecto al seguimiento. Con la complicidad de Tamara Falcó, a la que le comentó que no tenía una foto de los tres juntos: "Vargas Llosa sonrió y me dijo ‘sácanos guapos’".
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