"Cuando se metía en un sudoku no había Tino". La confidencia de Manuel Herrero Montoto, cirujano compañero de Faustino Pozo en el Hospital Alvarez Buylla de Mieres, desvela una de las aficiones que cultivaba el que fue pionero en Asturias de la cirugía no invasiva, fallecido esta semana a los 73 años de edad. No es casual que su esquela saliese este martes al lado del sudoku diario de LA NUEVA ESPAÑA. Una marcha prematura para un hombre tranquilo, que supo ver en los avances de operaciones sin tantas incisiones la ventaja que entrañaba el menor riesgo de infecciones y, en fin, de sufrimientos a sus pacientes. Berciano de nacimiento, Faustino Pozo fue un médico forjado a sí mismo, que supo sobreponerse a las dificultades económicas y, luego, también a las físicas cuando sufrió un parálisis muscular, para ejercer una medicina que le apasionó desde niño, cuando se fijaba en los doctores que trabajaban en su pueblo natal, Brañuelas, al norte de León. No tuvo una vida nada fácil al perder a su padre cuando era muy joven. "Le tocó luchar desde crío para abrirse camino y con un objetivo muy claro: ayudar a los demás a través de la medicina", relata Herrero Montoto, quien compartió muchas charlas y tertulias con un cirujano que, además, "fue un maestro, cuando había un problema en una operación, ahí estaba Tino, con su tranquilidad, y resolvía la papeleta. Era serio y exigente, pero era una exigencia que agradecías porque te estabas formando con él y te llevaba por el buen camino". Una formación que Faustino Pozo recibió de otro prestigioso cirujano, Joaquín García-Morán, jefe de servicio en el Hospital General de Asturias, cuyo apoyo resultó vital para que aquel médico, que había pasado veranos de estudiante trabajando en una fábrica de salchichas francesa o de camarero en Palma de Mallorca para pagarse los estudios en Oviedo, acabase siendo el pionero de la cirugía no invasiva en Asturias. Convencido de la trascendencia de ese avance, Pozo se adentró primero y especializó después en los secretos de la laparoscopia en Burdeos, centro de referencia mundial en la materia, en los años noventa del siglo XX. La especialización en operar con la ayuda de una pequeña cámara de televisión y unas pinzas convirtió a este médico, forjado en una de las primeras promociones de la Facultad de Medicina de Oviedo, en "un referente de la cirugía no invasiva no solo en Asturias, sino en toda España", a juicio de sus colegas. Por su quirófano pasaron muchos, muchísimos pacientes asturianos. "Quitó más vesículas en Asturias que ningún otro cirujano. Todos los médicos querían que les operase Tino Pozo", coinciden varios amigos. Enamorado de la cultura, una pasión que se ocupó de inculcar a sus dos hijos y sus dos hijas, devoraba libros, le apasionaba la historia, la música y tenía aficiones de lo más variadas como el teatro, el cine, el mus, el vino y la tortilla de patata. Durante casi un año recorrió Asturias, representando la obra "Cabo Juan", donde interpretaba a un psiquiatra "alter ego" de Sigmund Freud, una empresa que se vio obligado a dejar al sufrir un infarto dos días antes del debut en el Filarmónica. Como un "humanista de la medicina a ras de tierra", le describe el pintor Manolo Linares. Era "cocinitas", le gustaba el bateo que, por ejemplo, practicó con su familia junto al pintor Manuel Linares y hacer los sudokus de este periódico, el último, todavía el pasado domingo. Faustino Pozo tenía una memoria privilegiada y este pasatiempo numérico era una manera de mantenerla activa, ágil. Una afición a los sudokus que transmitió a sus nietas. Por todo eso a su familia le pareció "un buen detalle" que su esquela apareciese junto al sudoku del periódico. Su pérdida no pasó desapercibida en el Sahara, donde la agencia de noticias local se hizo eco ayer de la muerte del cirujano que realizó operaciones en el campamento de Tinduf, donde sufrió un infarto que obligó a un retorno en avión medicalizado, con aventura incluida: esa misma tarde de febrero de 2007 la aviación marroquí estaba de maniobras y hubo que ampliar el horario del aeropuerto de Asturias, para poder aterrizar de madrugada. "Ya le echamos de menos", confesaba ayer Jaime Reinares, compañero de mañanas de natación primero en el CAU de Oviedo, luego en las piscinas del Parque del Oeste y desde la pandemia en el Centro Asturiano de Oviedo. El exdiputado y exconcejal da otra clave de la vocación de Pozo: "Siempre estaba pendiente de tu evolución, el médico que todo paciente desea tener".