Opinión
Calentando para el Día del Libro: clásicos aconsejables
Una amplia lista de canela fina de la mejor literatura universal para una buena lectura
Hace unos 20 años me pidió el periódico una lista de obras literarias a las que, según mi juicio y gusto, cuadrase el adjetivo de clásicas. Se trataba de ir celebrando el Día del Libro, el 23 de abril. Pues en mi vida me he visto en tal aprieto (gracias, Lope). Clásicas, es decir, que aún fuesen modélicas, que la incuria del tiempo no las hubiera arrumbado. Me consta que tales juicio y gusto no siempre serán compartidos.
Repito encomienda dividiendo en dos bloques 40 libros elegidos: una 1ª División B (hoy: los aconsejables) y la 1ª División A (miércoles próximo, los muy aconsejables). Ningún autor vivo. Añado glosa a cada uno con el orientativo deseo de ayudar a escoger regalo, según tradición pide, ese día de San Jorge. Me doy por insultado: elitista, presuntuoso, cultureta... me lo arrojaron tantas veces que ya no duele. También me doy por criticado: falta este, falta el otro...: faltarán, pero sí son todos los que están, así que ¿cuál quito?
Eso sí: no busquen en estas dos listas fantasías neogoticistas o neofloripondistas, ni romanticismo neochiripitifláutico, ni nórdicos eviscerados, ni adolescentes salidos retozantes al son de una motosierra. Les ofrezco nada más que canela fina. Ahí va la 1ª División B:
1.- Meditaciones, Marco Aurelio. Guía básica para administrarse a uno mismo. Complétese con los Ensayos de Montaigne y olvídese de más autoayudas.
2.- El Decamerón, Giovanni Bocaccio. Deliciosos y muy picantes cuentos (a veces) para divertirse.
3.- El burgués gentilhombre, Molière. Actualísima comedia sobre el papanatas enriquecido de pronto.
4.- Otra vuelta de tuerca, Henry James. Muchas modernuras tenebrosas ya estaban aquí, pero sin esta magistral tensión.
5.- Cuentos, Chéjov. Comiéncese por "La dama del perrito". Impresiones, esa fugacidad, los anticlímax finales… Léase en voz alta.
6.- El lobo estepario, Hermann Hesse. La novela de los adolescentes, de los que no encuentran sitio donde cuadrar.
7.- Las olas, Virginia Wolf. La lectura calmada sobre el fluir de la vida, el soliloquio continuo de todos nosotros.
8.- Autobiografía, Bertrand Russell. Apabullante ejemplo de que perder el tiempo haciendo el majadero es una majadera estupidez de majaderos. Qué mente.
9.- La tierra baldía, T. S. Eliot. Es breve y, además, enseña a citar con propiedad eso de que "Abril es el mes más cruel".
10.- El Aleph, Borges. Me valdría también cualquier otro relato del maestro argentino. Me valdrían todos: más precisos que el más preciso reloj suizo.
11.- Viaje al fin de la noche, Louis-Ferdinand Céline. Repugnante ideología la de su autor. Impresionante el grito que atruena, esa escritura desatada, también el horror, la guerra.
12.- Madre coraje, Bertolt Brecht. Aún me repito aquellas palabras: no es que no se aprenda nada de la guerra, es que la guerra no enseña nada... salvo la total ruina. El teatro político, militante, agitador.
13.- El principito, Saint Exupéry. Tenerlo por literatura infantil no ha conseguido arrinconarlo. Para regalar, releer, contar, disfrutar, rejuvenecer…
14.- El factor humano, Graham Greene. El espía (todos lo somos) y su rostro tras la máscara. Sígase con "El topo" de John Le Carré.
15.- Esperando a Godot, Samuel Beckett. Rompió con todo el teatro anterior. La espera de la nada, del todo que es la nada. Y Godot que no llega.
16.- El extranjero, Camus: Un joven, el joven, extranjero de sí mismo, los extraños de sí mismos.
17.- El asesinato de Roger Ackroyd, Agatha Christie. ¿Por qué no dar cabida al punto de vista perfecto e intrigante?
18.- El guardián entre el centeno, J. D. Salinger. Es la otra novela de la adolescencia. El cine intenta inventarla con adaptaciones necias.
19.- Antología, Wislawa Szymborska. Engancha cualquier antología, cualquier poema basta. Y su prosa.
20.- Conversación en La Catedral, Vargas Llosa (recién fallecido, ay). Ocho años de la vida de un país bajo la dictadura. Una autopsia perfecta y un manual completo de enseñanza para novelar. ¿Ideología del autor? Dejemos ya viejas historias.
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