Opinión

Faltaron muchos bises

Emotiva semblanza profesional y vital de un imprescindible en la escena radiofónica y musical asturiana

Cuando andas de aquí para allá con una persona durante décadas y, de pronto, ese alguien se va, primero sientes un golpe veloz y sentimental, luego una sensación de mal cuerpo, algo físico (también la mente revuelta), y al rato un vacío insoportable. Debe de ser la pena, que suele instalarse cómodamente.

Con Alberto Toyos recorrí todo lo que se puede recorrer en asuntos musicales. Como éramos genéricos daba lo mismo que fuera una sesión de fados o de folclore; de música disco o de recitales de autores con voz. Digamos que en el rock era donde nos sentíamos más cómodos. Pero disfrutábamos de todo por eso, por ir a dúo. Yo conducía (Alberto no era de volantes ni de dar volantazos a sus amigos). Así pues, en las charlas y las coñas que nos traíamos, ocurría que, por poner un ejemplo, a la vuelta de un concierto de Gijón a Oviedo no encontrábamos la salida. Hay que decir que la charla despista mucho, pero la berza del que esto escribe también contribuía mucho a no encontrar el carril correcto.

De asuntos personales, de buenos recuerdos, de grandes momentos y momentos peores hay para aburrir, por lo que es mejor apuntar en otra dirección: a lo que fue Toyos en la escena musical y profesional. Empezando por el concurso de maquetas de Los 40 Principales, cadena que dirigió con maestría y solvencia durante décadas; sus programas en la radio, sus cuñas comerciales radiofónicas (no es asunto baladí: la voz de "Almacenes tal…", o lo que fuere, estaba bien identificada por los oyentes); otros espacios que incluyó en la parrilla, espacios por los que desfilaban todas las músicas del mundo. Eso en una serie de lustros en los que la única forma de enterarse de qué estaba dominando la escena era en la radio o también de rebobinar y escuchar los sonidos del pasado de cada cual. En este caso Radio Asturias.

Todo lo citado es una parte de su dial profesional; pero hay que añadir su dial institucional. La secuencia era como sigue: en cualquier concentración, fuera musical, homenaje, presentación de lo que fuere o lugar de copas la pregunta era: "¿Vino Toyos?". "Estará al llegar si no anda por ahí ya", respondía cualquiera que escuchara. La otra versión era de alivio rápido: "Ahí está Toyos".

Sin ataques de vanidad. Nada más lejos. Si buscan a un tío humilde, leal y dispuesto a echar un cable ese era Toyos. Las preguntas o los alivios sobre su presencia eran cosa del círculo de Toyos. Claro. Pero es que era enorme, aunque tenía compartimentos con gentes más cercanas. Simplemente significaba que si estaba por allí todo iba a ser más interesante y divertido. Él era lo contrario a buscar protagonismo, era alguien que echó muchos cables a muchos músicos, y otras gentes en otras cosas de la vida. Puede que esto que escribo quede recargado de bombo, que me diría él mismo. Parece que exagero. Pues no. Lo pienso y lo plasmo, por muy pedante que quede. Viva la pedantería. Era un referente, una institución.

Así que se fue de repente, sin avisar, sin molestar y dejando un rastro de pena en muchos rincones. Seguramente le entraría un ataque de risa si en su adiós sonara algo de Elton John, del que tenemos una buena anécdota de cuando el autor de "Rocket Man" vino a Oviedo, al extinto Tartiere, en 1992. Pocos días después íbamos a ver a Michael Jackson al viejo Wembley de Londres y, en pleno vuelo, comentando un asunto que ocurrió en los prolegómenos de la sesión de Elton, nos quedó el apodo de virrey. Pero eso es otra historia. Para pasar un buen rato tomando algo y recordando episodios diversos. Aunque Alberto no estará para contarlos, servirá para tenerlo presente.

Le faltaron muchos bises. Asistimos a conciertos con canciones extra que ocupaban media sesión. Y a Toyos le quedaban años para seguir adelante.

Así pues me despido, buen amigo y compañero de andanzas, evocando a nuestros adorados "Stones". Y es que la vida siempre se apaga pero mientras se desfila por ella hay que tararear aquello de "Es solo rock and roll (pero "nos" gusta). Adiós, Virrey.

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