Opinión
Trump, Putin y Trumputin
Apenas lleva unas semanas sembrando el caos y ya Donald Trump ha dejado caer que no le importaría aspirar a un tercer mandato en la presidencia del imperio. Choca ese propósito con ciertas naderías añadidas a la Constitución de Estados Unidos, pero el jefe asegura que "hay métodos" para vadear el obstáculo.
A tal efecto tiene en mente algunas trampas, ramo en el que es reputado especialista. La única que ha verbalizado por ahora es la idea de que su vicepresidente James Vance aspire a la presidencia en las próximas elecciones para cedérsela a continuación. Suponiendo que no lo purgue antes de cuatro años, claro está.
La idea puede parecer ingeniosa, pero no es original en modo alguno. En realidad, ya la aplicó su colega y probable amigo Vladimir Putin, con demostrado éxito. La prueba es que lleva veinticinco años ininterrumpidos al mando de Rusia: y los que le quedan.
Elegido presidente en el año 2000, Putin volvió a ganar en 2004, lo que planteaba un problema. También en Rusia la duración de los jefes de Estado quedaba limitada a solo dos mandatos consecutivos. Pronto encontró la solución en la que ahora se ha inspirado Trump.
Putin presentó a su amigo Dmitri Medvédev como candidato a las siguientes elecciones bajo la condición de que este lo nombrase primer ministro con poderes presidenciales en la práctica. Cuatro años después volvieron a intercambiarse los cargos.
Tras el éxito de esta triquiñuela, el aspirante a zar amplió la duración del mandato y ganó las elecciones de 2018 y 2024. Finalmente, se dejó de ñoñerías al aprobar una ley, con referéndum incluido, que le permitirá seguir repitiendo en el cargo hasta el año 2036 por lo menos, si la salud y el cuerpo aguantan.
A juzgar por lo que ha dicho, el emperador Trump pretende imitar a su modo esa fórmula, utilizando a su vice Vance en el papel de comodín. La elección presidencial por candidato interpuesto constituiría toda una novedad en Estados Unidos; pero cosas más raras se han visto desde que el actual boss reincidió en el mando.
No parece que Trump vaya a emular a Putin, por mera cuestión de edad. Tiene ya 78 años y, si se mantuviera en el poder el mismo tiempo que el ruso, estaría al mando hasta cumplir los 103. E incluso la Providencia tiene sus límites.
Lo que sorprende –y acaso dé miedo– es que aspire a eternizarse en el poder saltándose a la rusa todas las precauciones y equilibrios ideados por los padres y enmendadores de la Constitución yanqui.
Si los pronósticos más aciagos se cumpliesen, los USA que alguna vez fueron vistos como el faro de la democracia acabarían por alumbrar un animal político bifronte al que bien podríamos bautizar como Trumputin: mezcla de zar y César.
Cosas así venían sucediendo ya en Venezuela, Nicaragua, Turquía y la antes mentada Rusia; pero esa es una Liga de autócratas a la que de momento no pertenece la primera potencia del mundo. Aquí, en las desdeñadas provincias del Imperio, empieza a no llegarnos la camisa al cuerpo.
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