Opinión | Editorial
Llevar Asturias al primer plano de la preocupación industrial del país
Que los remedios a la siderurgia se cocinen en despachos lejanos no exime al Principado ni al Gobierno de España de articular una estrategia para hacer visible el problema

Llevar Asturias al primer plano de la preocupación industrial del país / LNE
Después de la reconversión de finales del pasado siglo, Asturias encara otro delicado cambio de trascendencia semejante que ya tiene consecuencias. La descarbonización es de por sí un proceso caro y complejo y a la industria pesada le exige un esfuerzo aún mayor. Un mundo en ebullición, con otro orden en disputa, y el retorno de las guerras comerciales redoblan las complicaciones.
Las decisiones que se tomen en 2025 determinarán "el tamaño y la forma de la industria siderúrgica europea". Lo escribió el pasado diciembre Lakshmi Mittal, dueño de Arcelor, en un artículo del que se hizo eco este periódico. Efectivamente, el calendario apremia y juega en contra de Asturias. En julio de 2021, Arcelor anunció una inversión de mil millones en Gijón para una planta de hidrógeno, llave para preservar su carácter integral y el peso de la compañía en la región. En diciembre de 2022, año y medio después, el Gobierno español aprobaba una subvención de 450 millones. En febrero de 2024, la UE visó la ayuda. A los ocho meses, noviembre, empezó la cuenta atrás: la multinacional congelaba sus planes verdes en Europa. La semana pasada desviaba a EE UU, Brasil e India sus inversiones. El martes decidía trasladar a este último país gran parte de sus oficinas en Asturias, primera deslocalización de servicios.
Del rosa al negro en tres años y siete meses en los que no dejaron de ocurrir cosas: objetivos ambientales más ambiciosos en Europa, una guerra a la puerta de casa desatada por Rusia, un giro radical de EE UU hacia el proteccionismo y un nuevo actor internacional en liza, China, con ánimos expansionistas. El nacionalismo es el veneno de la política y, cuando desenfunda los aranceles, también del progreso.
El retroceso de la siderurgia llega a la UE, paradójicamente, en un momento global óptimo para el sector, con perspectivas a largo plazo de crecimiento de la demanda. Pero la velocidad a la que se mueve una unión de naciones tan sofisticada como parsimoniosa y huérfana de liderazgos sólidos, cuyos mandatarios ya admiten abiertamente algo de ingenuidad y quijotismo, dilata hasta la exasperación las respuestas.
El asunto afecta específicamente a Asturias. Pero la solución desborda el marco asturiano, con un Ejecutivo de coalición en España entretenido en juegos de tronos y en teatralizar la discrepancia, que ya relegó expresamente en su pacto con los independentistas para el decreto ómnibus las propuestas que beneficiaban a las empresas electrointensivas. Principalmente asturianas.
Despacharse a gusto contra Trump, la ultraderecha y el capitalismo salvaje aliviará la válvula emocional de cada cual, pero no evita lo que está ocurriendo. Lo público ni puede, ni va a sostenerlo todo, pese a la superficialidad con la que algunos dirigentes hablan de estatalizar la siderurgia.
Que los remedios se cocinen en despachos lejanos y cada cual juegue sus bazas no exime al Principado ni al Gobierno de España de luchar por colocar a Asturias en el centro de la preocupación industrial del país, ni de ejercer la función de liderazgo que les corresponde para asumir el desafío de articular una estrategia. Externamente, desde la región, haciendo sentir con voz propia en el debate nacional su criterio y exigiendo la inmediata construcción de las redes de transporte básicas de las que dependerá el abastecimiento de energía. Internamente, neutralizando viejas políticas contemplativas, cuando no obstruccionistas, hacia los empresarios con iniciativas que consoliden un tejido productivo fuerte, diversificado y competitivo para salir del letargo económico.
"Europa no puede renunciar a la siderurgia y no lo hará, forma parte de nuestro futuro y de nuestra prosperidad". Esto afirmaba Stéfane Séjourné, la máxima autoridad en política industrial de la UE, en la entrevista en exclusiva que LA NUEVA ESPAÑA le hizo el miércoles en Estrasburgo. Si para el continente el acero significa tanto, para Asturias bastante más. Casi siglo y medio de historia e identidad.
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