Opinión

Carta a un adolescente izquierdista

Estimado joven. Permíteme que te hable con cierta familiaridad, casi como un amigo, porque yo también estuve donde tú te encuentras ahora y, en cierta manera, yo soy tú, sólo que con unos años más, y el rodaje que conlleva.

Sé que para ti el mundo es un lugar confuso y extraño, que las tinieblas del futuro se presentan con la ansiedad de la incertidumbre y casi nunca consigues ponerte de acuerdo con la vida. Están los estudios, tus disputas en casa, donde profesas hacia los demás una notable antipatía, tus preocupaciones amorosas y las hormonas en constante pie de guerra que hacen que estés todo el día más caliente que una estufa, y que todo te llama a rebelarte conta el orden establecido que seguramente proyectas en la figura de tus padres, de tus profesores, de la Policía y de otros órganos de poder.

Me hago cargo de tu profundo malestar existencial, y esa afirmación del instinto mediante una fuerza destructiva, valiente, catártica.

A lo mejor decoras tu habitación con artilugios más o menos en sintonía a tu cacao mental, es decir, banderas del Che o de la Segunda República, fotos de grupos de música, rock muy reivindicativo que pone banda sonora al descerebramiento juvenil; o incluso, espero que no, pañuelos palestinos, lo que hace que en tu casa te consideren, aunque no te lo digan abiertamente, un poquito gilipollas. Tal vez puedas leer a Baudelaire y ver cómo la belleza se opone a la injusticia y a la depresión, pero la estadística me dice que es más fácil que ocupes tu tiempo en redes sociales y televisión que leyendo.

Nunca a lo largo de la historia se ha tenido tanto acceso a la información y al conocimiento como ahora y la paradoja radica en que nunca hubo tantos adultos incapaces de enjuiciar críticamente la realidad. Deberás hacerte mayor con ansias de saber, dispuesto a reflexionar, a conocer, abrirte a nuevos autores sin prejuicios sectarios, ir desarrollando una personalidad y un carácter al paso que marca tu propia existencia, las cosas que verás en ti, que experimentarás, las que verás en otros y las aprenderás de la Historia, tanto de tu país como del mundo. Así, oscilarás entre el compromiso y la reserva, el sentimiento y la razón, el sueño y la realidad. Y que las consignas izquierdistas sobreviven pocas veces a una formación intelectual ecuánime y adecuada.

Todo ya ha pasado antes. Tú eras muy pequeño, pero hace diez años, un partido formado por asesores del chavismo y pintamonas siniestros de toda índole quiso reventar las cosas para forrarse y tener sexo a diestra y siniestra, y aglutinó los votos de los más faltos de la sociedad, que es donde tiene el caladero el material averiado del populismo. Te aseguro que daba mucha vergüenza ajena ver a personas hechas y derechas defender con pasión de forofo a esa banda de sacamantecas de ultraizquierda, y a su líder dominante venderlo como el nuevo mesías.

Más allá de lo que puedas creer, no hay nada de romántico en los ideales de la vil escoria etarra, cuyo pensamiento nacionalista nace como una sublevación carlista contra el liberalismo, en la que se mezclaban elementos de integrismo clerical y separatismo regionalista. Salir al mundo con la mirada limpia y echar un vistazo afuera te permitirá mantenerte alejado de esos nocivos identitarismos de aldea.

Aunque no lo sepas, tu falsa revolución sólo instala más en su puesto a la chusma gobernante y su prensa servil, y tu profunda conciencia social adoba las ideologías que han empobrecido a todas las naciones de la Tierra donde se han aplicado, y donde se han invertido todas las categorías morales. Seguir por ese camino sólo te llevará a la inmolación personal, pues si cuando eres adolescente se te perdonan los pecados propios de tu edad e inexperiencia, como tus ramalzos comunistas y todo tipo de desvaríos argumentales, cuando eres adulto sólo puedes mantener esa posición en el mundo si has fracasado en tu formación integral. Hablamos dentro de unos años y me cuentas qué tal te ha ido.

Atentamente.

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