Guerra comercial

China aumenta hasta el 125% los aranceles a EEUU y anuncia que no responderá más a la política "de chiste" de Trump

"No nos asusta enfrentarnos a una opresión injusta", avisa Xi Jinping durante su reunión con Pedro Sánchez

El presidente de China, Xi Jinping, durante una reunión oficial en Pekín (archivo)

El presidente de China, Xi Jinping, durante una reunión oficial en Pekín (archivo) / Europa Press/Contacto/Li Xueren

Adrián Foncillas

Adrián Foncillas

Pekín

China sube sus aranceles a las exportaciones estadounidenses al 125% y se planta. No verá más envites de Donald Trump en esta partida que perdió su sentido varias manos atrás. La escalada, ha certificado hoy Pekín, carece ya de efectos económicos: "Aunque Estados Unidos siga con sus juegos de números, no responderemos", ha adelantado el Ministerio de Comercio. Su mensaje es claro: también una guerra comercial exige cierta compostura.

La respuesta llega un día después de que Washington subiese sus aranceles a los productos chinos al 145% y pausara durante 90 días los aplicados al resto del mundo. Unos aranceles por encima del 40% arruinan el comercio, sostienen los expertos. Los que ahora soportan los productos chinos multiplican por 40 a los anteriores a la primera guerra comercial de 2018, según el Instituto Peterson de Finanzas Internacionales. En esta frívola escalada es más fácil imaginar feliz a Trump que a la ortodoxa, discreta y confuciana diplomacia china. Su política arancelaria, ha vaticinado Pekín, "será recordado como un chiste en la historia de la economía mundial". La guerra continuará si Washington se empeña pero será por otras vías.

No le escasean a Pekín. El Gobierno ya anunció que rebajará la cuota anual de películas de Hollywood, antes había estrangulado las exportaciones de materiales raros que el sector tecnológico estadounidense necesita y ha incluido a una docena de compañías en la lista negra. Los comentaristas cercanos al partido filtran estos días alternativas como terminar la cooperación con Washington contra el fentanilo, cerrar la puerta a sus productos avícolas, limitar negocios como la consultoría legal en China o investigar cuánto se han embolsado sus compañías por propiedad intelectual aquí.

Trump, contrariado

Se congratula Trump en su red social de que marcha todo según lo planeado. Es dudoso, sin embargo, que hubiera previsto la tozudez china. La prensa estadounidense desvela este viernes que Washington había advertido a Xi Jinping, presidente chino, de que no respondiera a la última andanada arancelaria de Trump y le pidiera audiencia. A este se le intuye contrariado por lo que entiende como una descortesía. "Él ha sido, en un sentido verdadero, un amigo mío durante mucho tiempo", ha revelado el republicano en una reunión con su Gabinete.

Es evidente que tanto China como Estados Unidos pretenden el diálogo para solventar una crisis con efectos devastadores para ambos. Ocurre que el escenario dispuesto por Trump convierte al que marque el número ajeno en el perdedor. "Todos vienen a besarme el culo", dijo de los gobiernos que le pedían negociaciones tras sus salvajes aranceles.

No parece que vaya a recibir pronto su ansiada llamada. Xi hablaba este viernes a la guerra comercial durante su reunión con Pedro Sánchez en términos crudos que descartan la rendición. "Durante 70 años, el desarrollo chino ha confiado en la autosuficiencia y el trabajo duro, no en las limosnas ajenas, y no nos asusta enfrentarnos a ninguna opresión injusta", ha afirmado. "Independientemente de los cambios externos, China seguirá confiada, enfocada y concentrada en gestionar bien sus propios asuntos", ha continuado. Xi se había mantenido muy discreto durante el mayor reto de su mandato, primero en silencio y después con esporádicas alusiones oblicuas.

Esta agresión aviva en China los dolorosos recuerdos del colonialismo que nunca ha exorcizado. Ahora no es un país débil al que las potencias occidentales sometieron y esquilmaron. Los chinos ven la resistencia contra el abuso actual como un imperativo histórico y el certificado de su nuevo rol global. Lo subrayaba el jefe de su diplomacia, Wang Yi: no consiste solo en defender los intereses propios sino también "proteger los intereses de la comunidad internacional y asegurarnos de que la humanidad no es arrastrada a una jungla donde sólo importa el uso de la fuerza".

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