Opinión

Del amor al odio hay un paso

Cuando voy al hospital, mientras espero ese ascensor eterno, me da tiempo de repasar la lista de cosas pendientes, hablar con los que pasan y fijarme en los carteles y pósteres que hay. Miro de frente y veo uno que dice: "Curso de agresión a profesionales sanitarios". Pienso: "¡Ye lo que nos falta!".

Pocos días después, estando en el turno, vienen un par de compañeras diciendo que habían ido al curso por agresión. Yo, toda emocionada, les digo: ¿Qué tal? ¿Alguna técnica Kung Fu para tener en cuenta? (una se mete en el papel fácilmente). La compañera contesta: ¡Qué va! ¡No sirve para nada! Otra compañera que andaba por allí y nos oyó dijo: Yo tengo cinturón negro en Taekwondo, pero, ¿Sabéis que no lo puedo utilizar aquí ni como defensa personal? Otra, contesta: Vamos que, si a mí me agreden sí que lo utilizo, ¡aunque me demanden! Me pueden matar o dejarme gravemente herida, o peor aún, en coma. Todos pensamos lo mismo, sabiendo que tu vida corre peligro, ¿qué haces? Pues defenderte.

Viendo la noticia de lo sucedido en el hospital de La Coruña, no me sorprende. Los que trabajamos en los hospitales sabemos lo que se cuece. Evidentemente, por motivos de confidencialidad tenemos que tener la boquita bien cerrada.

Lo que más me frustra de todo esto es que nosotros venimos a hacer nuestro trabajo. Ponemos todo el empeño y esfuerzo en cuidar a los pacientes y se nos recompensa así.

¿Cómo hemos pasado de ser los más guays, los superhéroes, a ser agredidos y maltratados de palabra y obra? ¿Tenemos nosotros la culpa del sistema? ¿Se conoce realmente nuestro esfuerzo, lucha y sacrificio diario?

Lástima que no se nos pueda ver por un agujero, la opinión sería otra. Estamos en la línea entre la vida y la muerte, evitando esta última a toda costa, día tras día, hora tras hora, cada minuto. Vivimos por y para el paciente, para intentar atenderlo lo mejor posible, para paliar el dolor y gestionar sus emociones. Puede haber excepciones, pero son eso, excepciones.

No somos responsables de un sistema que nos convierte en víctimas propiciatorias simplemente por ser los primeros en tratar al paciente, ni los parachoques de los verdaderos responsables a quienes deben ir dirigidas las quejas. Es muy triste que vayamos con miedo a nuestro puesto de trabajo debido a esto. Pagamos justos por pecadores.

En fin, tendré que plantearme dejar mis clases de salsa y apuntarme a defensa personal, mi profesión frustrada es ser Kung Fu Panda.

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