Opinión

Las tres negaciones de Alcaraz

–Este Nissan será mi último coche- le dije a mi cuñado, Carlos.

–A mí me queda perro y medio- calculó él, que es cazador y jubilado.

Los coches y los perros son nuestras unidades de tiempo. Y en esas dimensiones temporales, y diría que cósmicas, incluyo a mis héroes, gente del tenis: Santana, Orantes, David Ferrer, Rafa Nadal y ahora Alcaraz. Con su épica y su ética me hicieron la vida más llevadera, como si hubieran luchado por mí a nivel interestelar. Sigo a Carlitos Alcaraz desde su primer partido en la ATP y me entusiasma su desparpajo, su alegría, su calidad profesional y su ejemplar comportamiento en las canchas. ¡Ay!, pero el pasado viernes, 16 de agosto, se me cayeron los palos del sombrajo en su partido en Cincinnati contra mi admirado Monfils: cedió su servicio al comienzo del tercer set y «rescampló» el competidor sojuzgado, el bicho con mal perder que lo llevó a golpear la raqueta contra el suelo, por tres veces, hasta hacerla trizas. ¿Dónde quedó el buen rollo y el fair play?, ¿dónde eso de disfrutar con su trabajo?, ¿eso de ser magnánimo con uno mismo y valorar los esfuerzos del rival?

Trizas, dejo la raqueta hecha trizas, con tres golpes como las tres negaciones de Pedro, acorralado, egoísta, en la escena más triste de su vida. Carlitos destrozó la herramienta que lo llevó a la gloria; su cruz que era su luz y se fundió en Ohio. Y hecha trizas quedó mi devoción por él, relevo de Nadal, que no decepciona ni cuando pierde. Ojalá Carlitos recupere su ser, o al menos el que aparentaba; yo, al contrario que decía Lope de Vega en «El marido más firme», quiero antes vivir con falsas esperanzas que sufrir semejantes desengaños. No más ilusiones rotas ni más raquetas rotas; que nuestra joven estrella no reniegue de su fulgor, que disimule si es menester. Quiero llegar con él al fin del mundo; junto con mi Nissan, es mi último carro de fuego.

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