Una defensa mayúscula certifica la permanencia del Alimerka Oviedo Baloncesto: triunfo ante el Menorca (75-66) y a luchar por entrar en playoff
El OCB, atascado en ataque durante muchos minutos, echa el resto atrás para lograr la salvación matemática a falta de dos jornadas para acabar la Primera FEB

Francisco Amarante celebra una acción. / Irma Collín
Lo volvió a hacer. Un Alimerka Oviedo Baloncesto de jugadores pequeños y sin apenas nombre en el baloncesto profesional europeo logró con holgura la permanencia en la complicadísima Primera FEB, en la que en octubre iniciará su decimotercera campaña consecutiva. Lo hizo esta vez con una demostración mayúscula de defensa que acabó por asfixiar al Menorca, al que deja una una posición muy precaria para las dos últimas jornadas. En un choque en el que ambos contendientes derrocharon intensidad y acabaron exhaustos sobre el parqué de Pumarín, que vivió su penúltimo partido, ganaron los locales (75-66), que aseguran matemáticamente la categoría y pueden apurar sus opciones de entrar en las eliminatorias por el ascenso.
El entrenador del equipo ovetense, Javi Rodríguez, tenía claro qué tipo de partido tenía delante, y ejecutó el plan sin miramientos. Langarita, el jugador al que se le presume más recorrido de toda la plantilla, jugó únicamente 8 minutos, y Menuge ni siquiera llegó a entrar en pista. Era el día de los gladiadores, de jugadores que fueran capaces de vaciarse sin tomar tiros, incluso sin que el balón pasase por sus manos. Todos los que jugaron lo hicieron con un nivel de entrega encomiable, pero merece la pena destacar algunos nombres propios, obreros del baloncesto que habitualmente no se llevan ni un pellizco de gloria. Raúl Lobaco, el que más tuvo que lidiar con la pesadilla de Jalen Cone y que estuvo aún más atinado defensivamente en los cambios con los hombres altos. Robert Cosialls, un trabajador silencioso que gana mil y un batallas para su equipo en defensa y en el rebote. Ike Nweke, el prototipo de jugador interior que gusta a Javi Rodríguez: su trabajo en los cambios defensivos con los exteriores fue para mostrar en las escuelas de baloncesto. Alonso Faure, que ante el Menorca recibió la alternativa y no se puede sacar más jugo a catorce minutos en pista.
En ataque, dentro de un juego coral pero atascado en muchas ocasiones, descollaron Joaquín Valinotti, Steven Verplancken y Francisco Amarante, pero estos entran más por los ojos, sobre todo por sus canastas en momentos decisivos. También rayó a gran altura Marc Martí, esforzado atrás e incisivo en ataque. Langarita, en fin, no desentonó en su presencia en pista y asumió el tipo de partido: no forzó ni una situación, no llegó ni a lanzar a canasta.
El partido fue igualado de principio a fin. El Menorca se hizo fuerte de primeras con sus interiores, lo que le dio algunas ventajas. Se vieron además los menorquinos favorecidos por el listón de los árbitros, decididos de mano a no permitir los contactos. Según fue transcurriendo el partido, convertido en una guerra de guerrillas sin cuartel, ese listón fue subiendo, lo que jugó a favor del equipo más duro: el OCB. Los locales, que se tambaleaban por los aciertos iniciales de Pavlin Ivanov, abrieron brecha en el segundo cuarto gracias a tres acciones brillantes de Valinotti y Amarante. El último contacto riguroso señalado al portugués, más una técnica al banquillo por protestar, dejaron el marcador al descanso en 42-35.
Para entonces, el Menorca ya había visto las orejas al lobo, y en la segunda parte añadió más dificultades. Los hombres de Javi Zamora se embarcaron durante muchos minutos en una zona de ajustes que consiguió embarrar el juego ofensivo del OCB. Emergió además Jalen Cone, que martilleó el aro local una y otra vez (metió seis triples con buenos porcentajes) aprovechando a la perfección cada medio segundo de desajuste azul y metiendo algunas canastas estratosféricas. Al Alimerka le quedaba fiarlo todo a la defensa. Y qué defensa la suya. Una exhibición en toda regla, acompañada finalmente del cierre del rebote, que terminó por ahogar al rival. La guinda, una jugada en la que Lobaco, emparejado en el cambio defensivo, impidió el lanzamiento dentro de la zona del imponente Víctor Artega, que pidió falta sin éxito. Al final, Pumarín explotó de júbilo, orgulloso de un equipo pequeño que se ha hecho gigante.
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