Declan Donnellan (Mánchester, Reino Unido, 1953) es el director de escena más reputado de Europa en este momento. Su compañía (y la de Nick Ormerod), La Zona y la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) producen "Los dos hidalgos de Verona", cuyo estreno mundial acoge mañana, viernes (20.00 horas), el teatro Palacio Valdés. Y es mundial porque tras su temporada española tiene previsto viajar por media docena de países. Lleva desde el día 18 cerrando su espectáculo en el odeón avilesino. "Es la primera vez que vamos a acoger un estreno internacional", destacó la concejala de Cultura avilesina, Yolanda Alonso, en la presentación del espectáculo de ayer. Esta entrevista existe gracias a la colaboración de Juan Ollero, el intérprete de Donnellan. -Leí que dijo usted que Shakespeare está más interesado en nosotros mismos que al revés. -Eso probablemente sea cierto. Lo grandísimo de Shakespeare es su curiosidad, así que cuando está con sus obras no es tanto que esté siendo creativo, es más bien que está siendo curioso y por eso está fascinado de lo que hacen los seres humanos, que está absolutamente interesado en nosotros... es como cuando la gente se está haciendo mayor: es algo muy indicativo de su salud que los mayores se vuelven curiosos. Es un momento terrible cuando pierde su curiosidad y a veces la gente pierde su curiosidad porque cree que lo importante es ser creativo, pero, de hecho, eso no es del todo cierto. Es la curiosidad lo que te conecta al mundo y la necesitamos y no puedo pensar en nadie más curioso que Shakespeare. -Usted y Nick Ormerod han convertido "Los dos hidalgos de Verona" en una comedia loca. -Realmente, no trabajo convirtiendo las cosas: no tengo esas fantasías globales. No estoy tratando de decir nada porque también creo que Shakespeare no está tratando de decir nada. Cada uno de los pequeños momentos es como una partícula que contiene el resultado de una investigación sobre cómo es la gente. Y así es, realmente, la forma de los ensayos: a veces hay cosas que te hacen reír, a veces no, pero nunca diría a los actores: "Esto tiene que ser divertido, esto debería ser serio". Porque esto entra, sale, aparece, desaparece. -Formó la compañía ya en octubre. ¿Con qué propósito? -Es para hacer las cosas tan bien como podamos. No estoy tratando de decir nada y creo que Shakespeare tampoco está tratando de decir nada. ¿Entiende lo que quiero decir? No hay un gran mensaje. Lo verdaderamente importante de Shakespeare es que es absolutamente horizontal con nosotros: no nos hace sentir estúpidos, comparte experiencias con nosotros y lo que quiere es saber cómo nos sentimos nosotros con eso. Uno puede destrozar a Shakespeare adorándole; de alguna manera, cuando adoramos a personas lo que estamos haciendo es faltarles al respeto. Spinoza dijo que necesitamos tratar a los grandes autores con el mismo amor que mostramos a nuestros contemporáneos, es decir, no ponerlos en una especie de pedestal. -Si usted no trata de decir nada, si tampoco está Shakespeare por la labor, ¿por qué vamos al teatro? -Es maravilloso, ¿no le parece? Uno ve a la gente fuera, charlando, en una cafetería y se pregunta: "¿De qué estarán hablando?" Probablemente, estarán hablando de otras personas: de ese marido terrible, de su hija... Lo realmente interesante de los humanos es que estamos muy interesados en el resto de los humanos. Realmente, no somos muy agradables unos con otros, pero está en nuestra naturaleza el mirar a los demás. Y luego también está el misterio de la representación porque cuando uno actúa ante alguien no es tanto que el actor esté, precisamente, creando un personaje, lo interesante es que el personaje también está interpretando a un personaje. -¿Quién miente más? ¿El director, el dramaturgo, el espectador? -Creo que mentir es terrible y no nos gusta mentir porque nos gusta pensar en nosotros mismos como si fuéramos gente buena, pero tan pronto como estamos utilizando las palabras puede que nos estemos mintiendo a propósito, pero lo verdaderamente importante es que no nos podemos expresar del todo a través de las palabras, así que, si damos por válida esta idea, cada vez que estamos hablando, estamos mintiendo. Si alguien le pregunta: "¿Cómo estás hoy?" y usted responde que bien, probablemente eso no sea cierto. O, al menos, no completamente cierto. Todo esto viene de Platón ya. Platón odiaba a los actores, odiaba la interpretación. -Usted no. -No, no. Creo que uno tiene que ser valiente y enfrentarse al hecho de que todos, de alguna manera, nos interpretamos a nosotros mismos. Para mí es también un misterio, no es algo que entienda, pero es algo que me posee y que me permite seguir avanzando en mi trabajo. -Hizo "La vida es sueño". ¿Cómo se dirige en un idioma extranjero? -Es tan sencillo... El problema no es que sea un idioma extranjero: la obra está en realidad en cualquier idioma porque las palabras no están conectadas del todo con lo que está dentro; en realidad, son otra cosa. Es como si fuera Google Translate. Lo llevo haciendo más de cuarenta años. Nuestro primer trabajo fue en finés y yo, por supuesto, no lo entiendo. Lo que quiero decir es que tienes que mirar a los cuerpos de las personas porque uno obtiene muchas más cosas de los cuerpos que de las palabras. -Por último, tras el estreno, ¿hasta cuándo sigue la creación? -Nosotros seguimos la gira un poco, así que ahora nos vamos a quedar bastante en Madrid. Después de Avilés. Una vez que empecemos algo nuevo, es verdad que veremos menos esta obra. Para mí es muy importante pensar que el trabajo no puede estar nunca terminado. No se trata de buscar la perfección: no creo en la perfección. Creo que todo lo que podemos hacer es hacerlo lo mejor que podamos.