La Ley de Memoria Democrática de 2022, también conocida como “ley de nietos”, va a permitir el acceso a la nacionalidad española a cientos de miles de descendientes de emigrantes españoles en tercera generación, especialmente en América, el continente a donde emigraron más de 300.000 asturianos entre el siglo XIX y mediados del XX. Hay estimaciones que apuntan a que, gracias a esta normativa cuyo plazo termina el próximo 21 de octubre, el número de españoles censados en el extranjero puede incrementarse entre 1,5 y 2 millones de personas, que se añadirán a los 3 que ya hay en la actualidad. Las solicitudes son especialmente numerosas en Cuba y Argentina, junto con México los dos grandes focos de la emigración española. Solo en el consulado de Buenos Aires se han presentado unas 600.000 peticiones de nacionalización, ya se han tramitado 250.000 y concedido 20.000 de ellas. Uno de esos descendientes de emigrantes recientemente nacionalizados españoles es Manuel Haces-Aviña, un joven ejecutivo de una multinacional tecnológica, que trabaja en México de DF. Desciende de asturianos de Puertas de Vidiago (Llanes) que asentaron en el estado mexicano de Tamaulipas. “Para mí, tener la nacionalidad española supone honrar a mi abuelo; es un asunto del corazón”, asegura. Ese, más o menos, es el mensaje común que transmiten los cuatro nietos de emigrantes asturianos, dos argentinos y dos mexicanos, con los que LA NUEVA ESPAÑA ha hablado para perfilar qué hay detrás de esta oleada de peticiones cuya interpretación requiere otro elemento clave, además del emocional. Especialmente en países que están pasando por graves crisis económicas, como Cuba o Argentina, la nacionalidad española facilitarlas puertas a la emigración a España, una suerte de retorno sobre los pasos de los abuelos en busca de un futuro mejor. Para muchos, la ley representa un “acto de justicia” hacia los que emigraron y lo mucho que aportaron a España en momentos de pobreza y hambre –como fue el caso de Asturias-, pero también una oportunidad de fortalecer los lazos emocionales y empresariales. No son pocos los mexicanos nacionalizados españoles que tienen en mente invertir en España. Es el caso de Manuel Haces-Aviña, de 41 años. “La ‘ley de nietos’ es espectacular y creo que puede beneficiar a España. Ojalá se haga permanente. En México conozco, al menos en mi contexto, a mucha gente que ahora es española que está planteándose poder invertir para abrir negocios en España o recomprar las casas de sus antepasados y poder hacer vida en un pueblín por temporadas. A mí mismo me encantaría invertir. Me encantaría poder comprar una sidrería y comenzar a traerme sidra. De hecho, yo hago sidra en mi casa en México. Aprendí. Me mandé fabricar una prensa para mayar manzana y hago sidra. Tengo que reconocer que le falta un poco de cuerpo, pero es porque no tengo manzana asturiana aquí”. La ley de nietos, apunta Haces-Aviña, puede favorecer las inversiones mexicanas en España, pero también reforzar el flujo de los negocios en sentido inverso: “Creo que esta ley y las nuevas nacionalizaciones también abren mucha oportunidad de hacer negocio, aquí en México o con Estados Unidos, gracias a las conexiones que tenemos los mexicanos. Es también una buena oportunidad para difundir la cultura española. Es una buena manera de volver a unirnos”, resume. No obstante, los motivos que llevaron a este joven mexicano a acogerse a “ley de nietos” son puramente emocionales, identitarios: “Llegué a solicitar la nacionalidad española para honrar a mi abuelo, que siempre estuvo involucrado en temas de la hispanidad. Mi abuelo, desde niño, nos inculcó el amor por España. Él nació en Ciudad Victoria, en el estado de Tamapulipas, pero su padre era asturiano y siempre lo mantuvo muy cercano a toda la comunidad española”, explica Manuel Haces-Aviña. “Mi abuelo tenía pasaporte español, pero en 1978 tuvo que quedarse solo con la nacionalidad mexicana. En 2007, gracias a la ley de Memoria Histórica, pudo recuperarla. Entonces fue cuando la obtuvo mi padre. Y yo también la solicité, pero entonces me la denegaron porque la emigración de mi abuelo no fue un exilio político. Fue más bien por toda la pobreza que había en Asturias. Ahora, con la nueva ley de Memoria Democrática ya pude obtenerla”. Para él la nacionalidad “es un tema del corazón”: “El amor por Asturias es algo que siempre nos inculcaron. Y algo que siempre nos inculcaron también fue regresar a España. Antes era muy difícil viajar, pero cuando los precios de los vuelos bajaron, al menos aquí en México, se hizo muy barato y desde los años dos mil empezamos a ir con bastante frecuencia. Todavía tengo parientes en Puertas de Vidiago. Trato de ir cada año a Asturias. La última vez fue ahorita, en septiembre, estuve prácticamente tres semanas. Para a ver a la familia, para a tratar de seguir conectado con la tierra”. En el caso de México, a la hora de solicitar la nacionalidad española, pesan especialmente los motivos emocionales. “Yo no solicité la nacionalidad por motivos económicos. No es para irme a vivir a España. De hecho, en mi sector (el tecnológico), el siguiente brinco en mi carrera sería irme a Estados Unidos, a California que es donde está toda mi industria. O a Nueva York. Mi solicitud de la nacionalidad es por motivos del corazón. Significa honrar la memoria de mi abuelo y también, todo hay que decirlo, porque ahorita con pasaporte español ya puedo trabajar donde quiera. Tengo un buen trabajo aquí en la Ciudad de México, no me estoy planteando regresar, pero pienso también en mi hija -voy a ser papá en dos meses- y en que ella va a poder, si quiere, irse a estudiar España. No va a tener ningún problema. Aparte, en algún momento, a mí me gustaría comprar la casa que fue de mi bisabuelo”. Haces-Aviña, no obstante, es consciente de la oportunidad vital que la nacionalidad española supone en circunstancias diferentes a la suya: “Quizá para descendientes de españoles que están en otros países con más problemas económicos la nacionalidad les permite abrir una puerta adicional. Pero en mi caso no es así, ni en el caso de muchos mexicanos. La mayoría de los que piden la nacionalidad española en México es porque su abuelo o su bisabuelo eran españoles, no tienen pensado irse a España. Aquí la situación económica es diferente”. En el árbol genealógico de Rocío Goicoechea Carniado son asturianos los cuatro abuelos y, “salvo uno, que era de Guipúzcoa”, todos los bisabuelos. A México “vinieron a buscar oportunidades” los abuelos maternos, él de Cué (Llanes) y ella de Colombres (Ribadedeva), y los paternos, los dos de Alles (Peñamellera Alta), y allí vinieron al mundo sus padres y ella con un pie a cada lado del Atlántico. Rocío, nacida en diciembre de 1965, estudió Derecho y trabaja desde hace 28 años como profesora de inglés en Primaria. Se casó con un nieto de asturianos y cántabros, los dos obtuvieron la nacionalidad española por la Ley de Memoria Histórica de 2007 y tuvieron hijos españoles. Sus descendientes pudieron adquirir la ciudadanía con arreglo a lo dispuesto en esa ley y en la de “Memoria democrática” de 2022, que abre una puerta a los bisnietos, y dar un paso que era importante para su familia, señala, por motivos fundamentalmente sentimentales, porque España “representa nuestras raíces profundas”. Hay pruebas: “Fuimos criados siempre como miembros del Centro Asturiano, del que mis abuelos fueron fundadores y mi padre directivo hasta el día de su muerte”. Rocío Goicoechea ha votado en los procesos electorales españoles siempre que ha tenido oportunidad y achaca la escasa movilización electoral de la comunidad asturiana expatriada “a la poca información y difusión que se da”, pero también a que es común que los votantes reciban las papeletas “después de las votaciones”. El Centro Asturiano de México, con sus dos sedes y su club social “de primera categoría” juega un papel esencial, a su juicio, para cohesionar a una colonia que califica de “unida”. “El cuadro artístico también es muy útil”, añade, “para unir y preservar las tradiciones. El Centro organiza diferentes romerías y fiestas a lo largo del año y eso ayuda”, remata, aunque considera que el foro de cohesión de los asturianos de México “debería aprobar unos nuevos estatutos para que los nietos de asturianos puedan ocupar cargos directivos. De lo contrario”, argumenta, “los intereses de nuestra comunidad terminarán en manos de personas ajenas a Asturias y que no tienen ningún interés en preservar la grandeza del club y sus tradiciones”. La situación económica que vive Argentina aporta una nueva perspectiva a la nacionalización española. Patricia Rivero, nacida en 1960 y residente en Comodoro Rivadavia, en la Patagonia Argentina, es una descendiente de asturianos que trabaja “en el departamento de administración de una pyme”. Ella resume muy bien todos los factores que entran en la avalancha de solicitudes que se están produciendo en un país que, en la actualidad, acoge a la mayor colectividad de asturianos en el extranjero (35.807 a 1 de enero de 2025, según la última actualización del INE). Rivero, habla de “honrar los orígenes” de su abuelo y continuar con el vínculo de las raíces”, pero también observa beneficios en cuanto a la “reagrupación familiar, el acceso al mercado laboral” o las “posibilidades de viajar y de elegir autoridades gubernamentales”. La nacionalidad española le otorga, concreta, la oportunidad de “viajar sin visado a los países de la Unión Europea y a otros muchos del mundo” y facilidades “para trabajar en Argentina”, explica esta nieta de asturianos cuyo abuelo Luis José Rivero Hevia, nació en Carda (Villaviciosa) en 1892 y se marchó a hacer las américas en 1911. En su motivación para hacerse española se mezclan la convicción y el apego a los orígenes de sus antepasados con la posibilidad de disfrutar de algunas ventajas operativas. Con respecto a la situación de su país, dice sin más, “no le veo futuro”. Para Adriana Garriz, una argentina que hasta hace dos años trabajó como responsable de la tripulación de cabina de Aerolíneas Argentina y cuyo abuelo emigrante salió de La Caridad, haber logrado la nacionalidad española “es algo personalísimo que tiene que ver con mi identidad”. Y añade: “He acompañado, por ejemplo, a una amiga al lugar de donde nació su abuelo en Almería y visitar España le produjo la misma sensación que a mí. Es encontrarte con un origen. Es algo muy fuerte”. Garriz es nieta de Juan Antonio Núñez Fernández, que llegó a la Argentina en el 1900 desde La Caridad. La madre de aquel niño de 13 años, el único varón de los hijos que tenía, no quería que lo llamasen a filas y acabara muerto. “Su carácter la dominó y dijo: mi hijo no va a morir en la guerra”, asegura la nieta de aquel emigrante. Así que lo mandó al otro lado del mar con la familia emigrante de la Argentina. José Antonio llegó a Buenos Aires. Los tíos, por una confusión, no acudieron a recogerle y el muchacho “quedó solo”. Pero en el mismo puerto fue prohijado por los Feller, un matrimonio que primero le daría empleo en su sedería de la calle San Martín de Buenos Aires y luego le apadrinaría toda su vida y le ayudaría a abrir su negocio, su tienda de artículos generales en la ciudad de Carlos Casares, en la provincia de Buenos Aires. Hace veinte años Adriana visitó Asturias con sus hijos. Vio la casa donde nació su abuelo, hoy propiedad de unas primas. “Pudimos caminar las tierras y pude dormir en la cama donde dormía mi abuelo”. Aunque su abuelo no hablaba mucho sobre las penurias de la Asturias de entonces, Adriana Garriz asegura que les transmitió una forma de ser. “Como venía de una situación muy compleja, no les quiso tramitar el dolor. Pero era una persona adorable que se dedicaba a la jardinería, que tenía un montón de hábitos muy lindos. Era muy lector. De hecho, a mis tías, le ponía el nombre de las protagonistas de los libros que leía. Mi madre se llama Elba, otra tía se llama Belia, otra Gilda, la otra tía Dorotea, todas eran cuestiones de libros. Tuvieron un varón, que falleció, que se llamaba José María”. Así, cuando entró en vigor la “ley de nietos”, Adriana Garriz solicitó la nacionalidad. Fue el mismo 22 de octubre de 2022, cuando entró en vigor la “ley de nietos”. “Imagínate de la cantidad de gente que se presentó, que tuvo turno para mayo del año siguiente. Al cabo de un año y ocho meses me otorgaron la nacionalidad”. A juicio de esta argentina obtener la nacionalidad españols “me parece fundamental para la vida de uno, es una demostración de dónde venimos”. Pero también será útil para su vida: “Mi hija vive en España, ella tiene la nacionalidad española por su padre. Su padre pudo hacerla en el 2007 (por la Ley de Memoria Histórica) y a continuación la hizo ella. Mi hija, con su marido y mis nietos, viven en la región de Murcia, en el sur, en San Javier, donde está la escuela del aire”. La nacionalidad le permite ir a ver a sus nietos y no preocuparse de exceder el límite de tres meses de estancia. Piensa que, “de a poquito, creo que voy a ir estando cada vez más allí”, aunque de momento no va a dejar Argentina. Pero haber obtenido la nacionalidad, tener esa posibilidad le parece “una vuelta hermosa de la vida, el poder regresar. España siempre estuvo en mi corazón y la verdad que esto me emociona un poco”. Y añade: “¿Qué es lo que me pasa a mí con España? Que la disfruto enormemente. Me resulta todo como con armonía. Más allá de que esté mi familia, todo lo veo con armonía con una sensación de fluidez. Bueno, también aquí las cosas están bastante mal…”