Asturias exporta talentos

Pedro Olalla, el creador "outsider" que llegó a Atenas y rompió el billete de vuelta

"Asturias debe estudiar la experiencia ajena para no cometer los errores que han arruinado otros lugares en materia de turismo"

Pedro Olalla.

Pedro Olalla.

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Pedro Olalla (Atenas). Oviedo, 1966. Criado en Pola de Siero. Es escritor, helenista, profesor, traductor y cineasta, afincado en Atenas desde 1994. Sus numerosas obras literarias y audiovisuales exploran y dan a conocer la cultura griega y humanista. Nombrado por Grecia embajador del Helenismo y caballero de la Orden del Mérito Civil en España, es miembro asociado del Centro de Estudios Helénicos de la Universidad de Harvard.

Pedro Olalla se dedica a muchas cosas con un solo fin: "Llevar a cabo mis propios proyectos creativos. Yo prefiero dar fe como escritor, que es lo que más me cuesta ser: escribo obras literarias de no ficción. Pero también soy helenista, traductor, cineasta, conferenciante, articulista... Y he sido profesor veintitrés años. Siempre de adultos, muy vocacionales, lo cual ha sido un lujo. Pero, sobre todo, como una maldición –o tal vez no–, he sido siempre un híbrido, un heterodoxo, un outsider. La parte más gratificante, vista desde fuera, es ser dueño de tu tiempo y de tus decisiones; la menos gratificante suele ser la misma, vista desde dentro".

Su vocación nació "de forma paulatina y lenta. Nunca tuve claro lo que quería ser. Me sentía atraído por demasiadas cosas, y no se me daban mal. Por eso, mi vocación –si aún puede llamarse así– se fue haciendo como el tronco de una palmera: cortándole las ramas, a base de heridas y de renuncias".

Los viajes que más le marcaron fueron los primeros: "El que hice de León a las costas gallegas, con un amigo, en una bicicleta BH, cuando tenía 15 años; o el que hice a Canadá, solo, en varios autobuses de línea desde Nueva York, cuando tenía 17. Esos viajes me confirmaron la angustiosa intuición de que la vida estaba en otra parte. También me marcó mucho mi primer viaje a Grecia: tenía 18 años y había ganado un premio de fotografía convocado por Ô de Lancôme: era un safari fotográfico a Kenia, pero yo lo cambié por un viaje a Grecia y a Roma. Ya en el plano profesional, debo decir que el viaje más crucial fue el que me trajo a vivir a Atenas, recién casado y con sólo una maleta, hace ya treinta años. Aún recuerdo el momento en que rompí el billete de vuelta como quien quema las naves. Desde entonces, tengo un lema: cualquier sitio es bueno si te puedes ir".

Desconoce si Asturias, hoy día, "es o no un buen lugar para ser escritor. Supongo que, si ya lo eres, podría funcionar; pero, si no lo eres aún, tienes que estar abierto a encontrar tus estímulos allá donde estén. Eso es lo que me trajo a mí a Grecia. La profesión de escritor no es una carrera profesional reglada, pautada de antemano, donde haya unos pasos concretos que te señalen el camino. Uno, con la mayor honestidad y eficacia posible, debe ir poniendo el suelo sobre el que pisar para avanzar".

Así que su consejo para alguien que desee serlo es: "Si quiere vivir tranquilo –con las cosas que hacen felices a la gente que ve a su alrededor, sin la amenaza de la precariedad material o del sinsentido existencial, sin que su trabajo le haga sufrir de forma cotidiana, y despiadada, a veces–, que no se haga escritor. Pero que, si aun así desea serlo, porque siente que evitarlo sería traicionarse a sí mismo, entonces que lo intente, dispuesto a no mirar atrás, y a no mirar a Asturias, si es preciso".

Muchos recuerdos asturianos, pero "los más indelebles y los más cruciales fueron los de mi infancia en Pola de Siero: mis padres, mis abuelos, mi tía Cari, la Casa de Cultura, el mercado de ganado de los martes, la misa de los niños del domingo, el cine Viejo y el Nuevo, el parque para jugar, después, a las películas, los caballos del concurso hípico, la galería y el jardín de mi casa... Hasta que cumplí los 11 años, la Pola era el mundo: el mundo perfecto. ¡Quién me iba a decir todo lo que habría de venir después! Ahora, he vuelto a ella alguna vez, conservando en la mente la escala de cuando era niño, y me parece una maqueta".

En su vida profesional siempre ha estado enfrentado "a mí mismo. He tenido que ratificar constantemente mi decisión de seguir haciendo lo que hacía, lo que consideraba que debía hacer. Contra toda adversidad, porque los obstáculos –y las tentaciones– han sido muchos. Ahora, después de muchos años, he conseguido estar un poco más tranquilo. Un poco".

"Hasta que cumplí los 11 años, la Pola era el mundo: el mundo perfecto"

Como persona, lo que más le ha enriquecido "es la reflexión. Coincido con Sócrates en que ‘una vida sin reflexión no es vida para un ser humano’; pero no digo que sea la única manera de enriquecerse y de crecer como persona, ni siquiera la mejor. La reflexión es necesaria, pero es dura".

Asturias, desde Grecia, "se ve muy lejos. Creo que ni siquiera se ve. No lo digo como una frase cínica, sino como una llamada de atención sobre la importancia del relativismo. Es cierto que lo nuestro ocupa siempre mucho más espacio y atención, que se sobredimensiona subjetivamente de forma natural; pero, si queremos ser conscientes y justos, debemos prestar también un poco de atención a lo ajeno; dejar, incluso, de verlo como ajeno. Esto es lo que percibo, a veces, cuando vuelvo a Asturias: la sensación de una sociedad muy cerrada en sí misma. Claro está, la onfaloscopia puede encontrarse en todas partes; no es, en absoluto, exclusiva de Asturias, pero yo la detecto allí más que en otros lugares. Tal vez, porque se mezcle en mi inconsciente con esa sensación ‘de que la verdadera vida estaba en otra parte’ que un día me empujó a salir de aquel lugar. O tal vez que equivoque, y en todas partes se estén cociendo habas. De todas formas, sí que estoy seguro de que hay que combatir ese defecto".

En cuanto a las ventajas, "más allá de las que suponen su clima templado, su naturaleza exuberante y su escala menor, Asturias debe gestionar en su provecho el hecho de ser un territorio tradicionalmente apartado que se incorpora, en el presente, a ciertas dinámicas de ‘desarrollo’ sobre las que ya existe sobrada experiencia en otras latitudes: es decir, debe estudiar atentamente la experiencia ajena para no cometer los errores que han arruinado otros lugares en materia de turismo, energías ‘limpias’ o ‘inversiones salvíficas’. Debe tener la sagacidad para aprender de la experiencia ajena. Estoy seguro de que, si se estudia esta experiencia ajena con imaginación y honestidad, podrían descubrirse muchas iniciativas exitosas que tendrían terreno y futuro en Asturias".

Piensa que cada lugar es, en gran medida, "lo que uno pueda proyectar sobre él. Y lo que más me gusta de Atenas y de Grecia es que, en mi caso, se prestan a ese juego recíproco de proyección. Grecia es, para mí, un lugar fértil en estímulos; pero entiendo que para otro pueda no serlo tanto. Nunca será lo mismo Nueva York para Woody Allen que para King Kong. Toda relación con un lugar es siempre recíproca. ¿Y lo que menos me gusta? Pues que podría ser un gran país y lo están convirtiendo en un despojo. Los depredadores de dentro y los de fuera. Me duele la suerte de Grecia porque está vinculada a la mía desde hace treinta años".

Nunca ha tenido "un guía, ni un mentor, ni un claro referente vital. Y me hubiera gustado tenerlo, porque, a menudo, me he sentido muy solo. A veces pienso que, de haberlo tenido, las cosas hubieran sido más fáciles; pero, tal vez, hubiese acabado siendo otra persona, y por eso no lo deploro. Ahora, quiero ser como los verdaderos sabios: aquellos que consiguen convertir la experiencia y el conocimiento en voluntad, empatía y bondad".

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