"Mi madre, que vive y nos ha ayudado a mi hermano y a mí muchísimo con la empresa, era ama de casa y agricultora. Desde críos, siempre tuvo la picardía de inculcarnos las labores del campo. Nos dejaba un huertín para que nosotros plantáramos cosinas, que nos vendía ella en la plaza. Mi padre, que ya falleció, era funcionario, operario del Principado, conductor de un camión de Obras Públicas". "Yo estuve estudiando un año para aprendiz de la Fábrica de Trubia. Pero fue cuando ya se sabía que no iban a entrar más aprendices y entonces me ofrecieron un trabajo en una gasolinera en Grao, donde trabajaba también mi hermano, José Antonio, que tiene cuatro años más que yo y que montó esta empresa conmigo. Somos dos. Estuve trabajando en la gasolinera hasta que fui a la mili a Valladolid en 1989 y, cuando vine del servicio militar, el puesto que yo tenía lo había ocupado otro señor. A mí me mandaban para otra gasolinera, para León. Pero descarté el trabajo. Y empecé con esto de los invernaderos". "Empecé con los invernaderos de la manera más rara. De aquella, a mi padre le había dado un ictus y coincidió en la habitación del hospital con un señor que tenía dos invernaderos en Solís, en Corvera. Se llamaba David, muy buena persona. Se hicieron muy amigos. Después de salir del hospital, vino a visitar a mi padre aquí a Candamo. Y empezó a decirnos que aquí teníamos agua y buen terreno, la vega, y que cómo no poníamos unos invernaderos, que funcionaba. Mi hermano y yo dijimos: vamos a poner uno a medias y probamos". "Entonces, antes de empezar a recolectar el primer invernadero ya pusimos otro. Y luego, en ese mismo año, otro. En los dos primeros años solo hicimos cultivo: tomate, lechuga y fréjol, sobre todo. La primera cosecha la recogimos en febrero de 1991. Empecé vendiendo en la plaza en Grao. Iba con mi madre, que me ayudaba. No tenía ni furgoneta. De aquella iba con un Opel Kadett y un remolque". "Al segundo año, como a veces teníamos que estar esperando por la planta un montón de tiempo, dijimos: vamos a probar a hacer nosotros la planta. Empezamos y a los seis meses ya hacíamos planta para vender. Y ahí empezamos a hacer clientela. Íbamos por las tiendas y por las cooperativas de toda Asturias ofreciendo la planta en taco. En el mercado de la planta en las tiendas fuimos pioneros, porque antes se vendía solo en los mercados locales". "Ya en 1995, como gastábamos muchos productos, abonos, semillas, decidimos abrir una comercial agrícola en Grao, donde siempre hubo huerta. Y funcionó. En 1998 montamos una empresa de distribución de todos nuestros productos. Íbamos cerrando el ciclo". "Así fuimos prosperando y hoy tenemos una explotación totalmente moderna y grande. Probablemente sea el segundo mayor vivero de toda la cornisa cantábrica. El mayor de Asturias de planta agrícola, sin duda ninguna. Ahora mismo, de vivero, tenemos dos hectáreas y media. Y luego, de cultivo, pues tendremos otras tres hectáreas más. Seguimos cultivando: de tomate el año pasado se sacaron un 90.000 kilos. Y de lechuga, corto una media de 400 cajas semanales. Y, además, hará ocho o nueve años empezamos con las plantas aromáticas. Empezamos haciendo casi nada, unas 500 plantas aromáticas. Y ahora hacemos 500 todas las semanas". "El vivero de plantas es más productivo en el sentido de que marcas el precio. Entonces, tienes unos costes, le pones un margen y obtienes un beneficio. En el caso de la producción hortícola no es tan sencillo. El mercado es el que te marca el precio. Unas veces ganas mucho y otras veces tienes que vender a pérdidas. El vivero es un negocio, es un poco más controlable. Lo importante es tener el mercado. Porque la planta se te pasa muy rápido y si no la vendes se pierde y es una ruina. Estamos hablando de semillas muy caras. Además, este tipo de negocio es muy esclavo. Requiere de un control exhaustivo todos los días del año. Aquí alguien tiene que venir todos los domingos a revisar, mirar, controlar. Hombre, en invierno te da más margen. Pero de mediados de febrero a septiembre tiene que ser los siete días de la semana". "El mercado cambió mucho. A peor, diría. En Asturias, ahora mismo, aunque parezca mentira, casi no quedan profesionales de la agricultura. Cada año perdemos clientes profesionales porque hay muy pocas explotaciones que se hayan mantenido de padres a hijos. Hubo unos años, quizá de 1995 a 2000, en los que había crecido mucho todo el tema de su agricultura. Pero a partir del 2000 todo fue a menos. Y en Asturias ahora no producimos casi nada para lo que se consume en la región. Se hizo más rentable traerlo de fuera. Ya ves lo que pasa con las ganaderías también. La gente pues no quiere el pueblo, se va". "Todo el mundo en el campo quiere lo mejor para sus hijos. Y lo mejor, supuestamente, es darles unos estudios. ¿No? Y si les das unos estudios pues van a ir a buscar trabajo a la ciudad, a una empresa, a hacerse funcionarios, periodistas, abogados... Quizá sea un futuro más cómodo para ellos. Todo lo que tiene que ver con el sector agrario requiere más horas y menos tiempo libre. Es diferente, vives en el campo y te ocupa de otra manera. Pero tú vives en la ciudad, acabas a las tres de trabajar y a las cuatro estás tomando una cerveza en una terraza". "Y, bueno, ¿el campo está como peor visto, no? Cuando llevaba a mis hijos al colegio a Oviedo iba a alguna fiesta y me preguntaban: ‘¿A qué te dedicas?’. Les decía: ‘Soy agricultor’, y se sorprendían. Me miraban como pensando: ‘Pero este tío de dónde saldría’. Hoy en Los Molinos somos 27 personas y casi somos más empresarios que nada, pero yo me sigo sintiendo agricultor y me moriré siendo agricultor". "Aunque el sector profesional cayó, el sector aficionado, los aficionados a la huerta, sí es verdad que ha tenido un crecimiento grande en los últimos quince años. Hoy por hoy tengo muchos más clientes aficionados de profesionales. Igual la relación es de 70% a 30%. También nosotros fuimos abriendo un mundo de distribución de planta en todas las tiendas de Asturias: ferreterías, tiendas agrícolas, cooperativas... Fue una apuesta que hicimos".